domingo, 6 de mayo de 2012

HUMO DE COMUNICACIÓN MASIVA

   Gomas quemadas. Barricadas de madera, cartón y nylon. Hombres, mujeres y muchos, muchos chicos sobre el pavimento, frente a frente con una decena de camiones parados a la fuerza. La Villa 31 parece hervir. ¿Casas? ¿Trabajo? ¿Seguridad? No, piden micros escolares para sus pibes. La protesta tarda sólo unos minutos en salir en vivo por los canales de TV. 
   A la par de las primeras imágenes, llega a las redacciones un mail con un comunicado del ministerio de seguridad de la nación. En seis líneas, se explica la protesta y se le echa la culpa a la falta de respuesta del gobierno porteño. Un minuto después (sí, 60 segundos, admirable esfuerzo de producción) el canal C5N tiene en el aire una comunicación telefónica con el ministro del interior, Florencio Randazzo. ¿Qué dice el ministro? Que el gobierno de Macri “no se hace cargo de sus responsabilidades”.
   Unas horas antes, bien tempranito, Clarín y La Nación cargaban más tintas sobre el “round subtes” entre Cristina y Macri. El título no era que De Vido había intimado al ingeniero mediante una carta. No. Eligieron poner una primicia: “Macri presentó un amparo por los subtes”. Era más importante la defensa de Macri que el avance del gobierno nacional… ¿Era más importante?
   En este descarado uso de la información, existe una sutil aunque notable diferencia entre el kirchnerismo y el macrismo. El primero, crea, paga, coopta, acorrala a determinados comunicadores para distribuir su mensaje. Los anti K lo llaman “relato”. El macrismo, en cambio, es sólo una expresión superficial y electoralista de intereses corporativos que se ven amenazados por la política del gobierno. Aquí están Clarín y La Nación pero también, otros conglomerados de poder rural, industrial o financiero que eligieron a Macri como “su” candidato.          El kirchnerismo ataca a Macri, y al mismo tiempo, torpedea a los grupos de poder que ubicó como enemigos de esta pretendida transformación socioeconómica puesta en marcha desde 2003. Por su parte, Macri y sus muchachos necesariamente tienen que agredir al kirchnerismo porque cada agravio quedará legitimado política y periodísticamente a través de la más formidable caja de resonancia pública: la tapa de Clarín. El macrismo aparece así como una configuración política que representa las ansias de retomar el poder por parte de actores sociales amenazados pero para nada debilitados en su capacidad de penetración ideológica en la clase media.
   Las empresas mediáticas son organizaciones para-partidarias que funcionan como manipuladores orgánicos de la opinión pública. Lo son hoy y lo fueron siempre. La particularidad de este momento histórico es que esa esencia sale a la luz más claramente que nunca. Una declaración rimbombante sirve para atacar a tal funcionario. Una aparente investigación periodística es en realidad una operación para “cargarse” a tal otro. El ejercicio del lector-oyente-televidente ante cada información no es determinar qué se dice sino para qué se dice. ¿Dónde quedó, entonces, la búsqueda de la “verdad” como objetivo ulterior del periodismo? Cualquier intento de respuesta podría caer en el ridículo.

                                                                      Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                                      8 de marzo de 2012.

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