sábado, 4 de noviembre de 2017

LA SEMANA DE ORO DE MACRI


                A su derecha y a su izquierda, sendos telepronters con el discurso transcurriendo. Adelante, gobernadores, toditos, toditos  - excepto el bueno de Das Neves, por razones obvias. Además,  legisladores del palo y del palo y medio (faltaron los K y los de izquierda y coso, pero qué importa, mejor… ). Y jueces: jueces tipo Lorenzettis. Todos escuchando la refundación del neoliberalismo en la Argentina de boca del ex presidente de Boca y ahora presidente de acá. Lunes 30 de octubre. Ese día, sin embargo, le mejor noticia no era que habían venido todos esos al pie. Lo mejor había sido la renuncia de la matrona de los fiscales. Marcos Peña, cuando leyó la carta de Gils Carbó, tarareó a Cerati: “Tarda en llegar, y al final, y al final, hay recompensa…”. Un golazo sobre la hora que definió un campeonato. Tan gritado en Olivos como el cuarto de Lanús a River, el martes a las 22:41. Ja jaaaa: gallineada y VAR de por medio, Angelici le mandó al toque un wasap a Macri con un pulgarcito para arriba. No, cuatro pulgarcitos para arriba. Es que la AFA y la Conmebol se iban a dormir en paz, mientras D’Onofrio, aún no alineado, se sumía en la pesadilla que había adelantado sin prueba alguna Fantino en su misa amarilla diaria.
                El miércoles, un twitt de Tinelli avisaba que se suspendía el aquadance en su programa. Era el último de una furiosa cadena que había empezado la semana anterior en contra de la compra de Indalo por parte de un insondable grupo inversor. El zabeca de Bolívar habló de “extorsión” y se preguntó: “¿quién lo banca?”. Volvían los fantasmas del 38 a 38 en la memorable elección de la AFA de diciembre de 2015. Angelici mandó por wasap 38 emoticones cagándose de risa.
                El jueves, mientras los zócalos de las pantallas despedían doloridos a una adalid del bolero y del pensamiento de derecha, en La Plata se decidía la suerte de otro no alineado: el juez Luis Federico Arias. Como se esperaba, lo suspendieron en un jury cuyos fundamentos son… (cri, cri, cri…). El sciolismo ya lo había intentado. El macrismo tomó la posta y no lo dudó. ¿Independencia judiqué…? Mientras tanto, allende el Riachuelo, la CGT repudiaba el plan de reforma laboral. Hasta Moyano, aliado estratégico del macrismo, pidió meter freno de mano. “¿Qué freno de mano, Huguito…? La gente votó, acordate. La gente ya votó…”. Dietrich no andaba con chiquitas. El Poseidón de los camiones lo sabía. Ya no era la Banelco: ahora era Comodoro Py. O peor, Ezeiza.
                Y así se lo demostraron a Don Hugo y a todos en el desayuno del viernes. Mientras Clarín nos anunciaba desde su tapa que Santiago Maldonado se había ahogado ahí donde lo encontraron y nos reclamaba a todos pedir perdón a Gendarmería y a Pato, Amado Boudou, rockero y ex vicepresidente, aparecía en patas y joguineta a punto de ser esposado. Acto seguido, lo pasearon y lo mostraron en vivo como a un Cristo hacia el Gólgota, desde su casa a Prefectura y de Prefectura a Comodoro Py. “¿Y ahora quién sigue…?” Je je je. El periodismo independiente comenzó ronronear las siglas CFK. El jefe de gabinete cereatizó su rutina una vez más: “Nadaaaa, oh, oh, oh. Nada personalllll. Oh, oh,oh…”.

                El presidente prepara las valijas para viajar a Estados Unidos. Será el corolario de una semana llena de victorias. Una semana clave en el devenir de su gobierno. Si todo le sale como quiere, sin dudas, será recordada como la semana de oro Macri.
                                                                          
                                                                                     Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                                                     4 de noviembre de 2017.




sábado, 28 de enero de 2017

REVOLUCIÓN


   “Cuentan que hace cien años, ante tanta injusticia y tanta pobreza, Martín Fierro se preguntaba: “Cuándo llegará a estas tierras un criollo a gobernar”. A un siglo de aquella dramática pregunta del gaucho Fierro, podemos decir que ese criollo ha llegado, y ha venido para devolvernos la esperanza de una vida mejor”. Así terminaba la contratapa que levanté del suelo ayer. El libro ya no estaba. Sólo quedaban esas últimas palabras, la foto de los autores y su nombre en el lomo recortado: La revolución productiva.
   Aquel criollo gobernante llegó prometiendo salariazo y terminó siendo uno de los más consuetudinarios representantes políticos de la casta dominante vernácula. No fue el primero. La burguesía nacional, a lo largo del siglo XX, tendió a delegar el poder político, o bien en militares dulcemente adoctrinados en el “verdadero ser nacional”, o bien en políticos profesionales orgánicos democráticamente elegidos para defender sus intereses y aspiraciones... Que por supuesto, siempre fueron y son los intereses y las aspiraciones de todos. Hete aquí el sentido común.
   La burguesía nacional escondió su rostro en los recodos de la historia. ¿Habrá sido por su “fama” anti-argentina? ¿Por su amor a la división internacional del trabajo decidida allá en los admirados salones imperiales y donde ella, blanca, pura y terrateniente, tendría siempre su lugar de privilegio? ¿Habrá sido por su afiebrada pulsión anti-estatal y librecambista? ¿Por su inocultable y visceral repulsión a lo indígena, lo latinoamericano, lo popular? Puede ser. Pero ya no se esconde más. Hoy, la casta dominante, la burguesía nacional, por primera vez en la historia, gobierna el país sin representantes. Hete aquí la novedad.
   Las grandes crisis en el sistema capitalista son ante todo y sobre todo crisis burguesas. Los que tienen el capital para invertir, producir y en definitiva, generar trabajo, no lo hacen. O bien porque no lo tienen más o simplemente porque deciden usarlo de otra manera: fugarlo, esconderlo, ahorrarlo, “timbearlo”, etc. Ergo, el sistema colapsa. ¿Quién surge, entonces, como actor central para hacer andar la “rueda” nuevamente? El Estado. Nos lo enseñó allá arriba y allá lejos y hace tiempo Franklin Roosvelt. Y acá lo aprendimos a la fuerza varias veces, ¿no?. Ahora, ¿cómo reaccionará este nuevo Estado nacional gerenciado cuando acometa una nueva crisis del capital? ¿Habrá espacio para una salida keynesiana? ¿Tendrán la solución los mismos que generarán el problema? Hete aquí la encrucijada.
   Bajar los costos laborales; combatir el déficit fiscal; controlar el gasto público; achicar el Estado; enfriar el consumo interno; abrirse a las importaciones. Consignas de la historia. A su turno, el criollo de la contratapa las hizo bandera. Hoy, un hijo dilecto de la burguesía nacional, también. Aquel llegó prometiendo la revolución productiva. Este, la revolución de la alegría. Por suerte, Charly escribió Cerca de la revolución: “Y si mañana es como ayer otra vez. Lo que fue hermoso será horrible después. No es sólo una cuestión de elecciones. No elegí este mundo, pero aprendí a querer”.

                                                          Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                         
                                                           28 de enero de 2017.