viernes, 24 de mayo de 2013

LA FOTO DE LOS OTROS


Foto 1: Dilma, Cristina, Mujica, Maduro, Evo, Correa. Foto 2: Santos, Piñera, Ollanta, Peña Nieto. Dos Latinoaméricas, dos proyectos. El choque ya llegó.
Esta semana, se celebró en Cali la cuarta cumbre de la llamada Alianza del Pacífico. Fue la más importante de todas. Colombia, México, Perú y Chile confluyeron y pactaron la adecuación de políticas comerciales comunes. En castellano: liberalizar sus economías, romper barreras aduaneras, suavizar fronteras. Un Mercosur anti-Mercosur. Aplauden la CNN, El País de España, El Comercio de Perú, El Tiempo de Colombia, El Mercurio de Chile. Aplauden los “mercados”. ¿Algo nuevo que nace o algo viejo que retorna?
“La Alianza – publicó el diario El País de España- apuesta por la estabilidad y una apertura conjunta completa en la que se eliminan aranceles, restricciones a las inversiones y al movimiento de personas. Mercosur no sólo no funciona, sino que además sus miembros se cierran al comercio entre ellos y a terceros”. Queda claro: Mercosur es el fracaso; la Alianza, el éxito. Mercosur es Estado entrometido en algo que no le compete: la economía, y más aún, el comercio exterior. La Alianza viene a garantizar el regreso a la “normalidad”: desaparición de aranceles, liberación de fronteras, laissez faire, laissez passer  en estado puro.
“Es un cambio de paradigma”, afirmó también en El País Luis de la Calle, ex subsecretario de Comercio Exterior de México durante el mandato de Ernesto Zedillo, el presidente del mítico “efecto tequila”. Y su expresión no es metafórica: es un deseo hecho certeza. El paradigma latinoamericanista, bolivariano, progresista, popular (o populista), estatista, mestizo que se impuso en nuestros países hace poco más de 10 años muestra grietas. Hasta hace poco tiempo, gobiernos conservadores, como los de Piñera o Santos, tenían que adherirse y hasta fomentar políticas públicas contrarias a sus convicciones. Su presencia a regañadientes en cada encuentro de la Unasur era un ejemplo de ello. ¿Qué cambió?
Sin dudas, el propio desgaste interno de los gobiernos populares en curso es un dato insoslayable. El ejercicio del poder, en constante puja con corporaciones mediáticas, empresariales e institucionales, provoca un agotamiento casi natural. Procesos revolucionarios más profundos, como la Nicaragua sandinista de principios de los ’80, fue un caso testigo. Además, las coyunturas inflacionarias, como la argentina o la venezolana, generan un hastío progresivo aún en aquellos sectores que apoyan ideológicamente el proyecto político.
Pero tal vez, el hecho decisivo en el agrietamiento del bloque populista sea la ausencia de Chávez. Con su muerte, se fue el líder y el símbolo de este proceso pretencioso de emancipación latinoamericana. Hoy, ese proceso es una idea sin rostro, y por lo tanto, sin proyección. Maduro no podrá ser nunca Chávez; como no lo podrá ser Evo Morales, desde la segunda economía más pobre de occidente; como no lo podrá ser Correa, vecino apocado de los “aliancistas”; como no lo podrá ser Mujica, por elección propia y por condicionamientos políticos, aún dentro del propio Frente Amplio; como no lo podrá ser Cristina Kirchner, ya decidida a abandonar el poder en 2015; como no lo podrá ser Dilma, ni Lula, ni ningún referente del Brasil, por ser Brasil un proyecto político – económico en sí mismo. No es casualidad que los cuatro del Pacífico hayan cerrado filas y se hayan mostrado al mundo dos meses después de la muerte del comandante bolivariano.
La Alianza hoy es la concreción de una ruptura con el macromodelo económico que, desde la llegada del chavismo, viene dominando el subcontienente. Un macromodelo fundado en el quiebre de las relaciones carnales con los centros del poder financiero trasnacional, articulado con la reaparición en escena de Estados participantes en los aparatos productivos nacionales. La ruptura con este macromodelo, sueñan muchos, seguirá adelante sin pausa y sin tregua en el campo político. ¿Qué pasará cuando Europa supere su crisis y redefina su estrategia comercial internacional? ¿A dónde apuntará sus cañones? ¿Al Mercosur “estatizante” o a la Alianza “librecambista”? ¿Y cuando Estados Unidos deje de mirar con angustia al Asia islámica para volver su mirada a su “Patio de atrás”? ¿Cuán ahogados estratégicamente quedarán los países que se mantengan en la tozuda idea de nacionalizar y popularizar sus economías?
Sonrientes y maquillados, Santos, Ollanta, Piñera y Peña Nieto reciben en sus rostros los flashes de las cámaras de los multimedios más poderosos de habla hispana. Una caricia al alma del librecambio y el antiestatismo. Una alquimia reciclada de conservadorismo político y liberalismo económico. Una foto desde el pasado, hacia el futuro. La foto de los otros.
                                                          
                                                           Gabriel Prósperi. Periodista.

                                                           24 de mayo de 2013.