“Mauricio, no hay que aflojar.
¡¿Querés ser presidente o no!?. Salí y hablá. Salí y pegá” Y Mauricio asiente,
deja el sanguchito y toma un sorbo de coca light. Tiene que hacer lo que menos
le gusta: hablar. Hablar para lanzarse hacia la anhelada candidatura como por
un túnel. Mejor dicho: como por un subte.
Cristina
acababa de aflojar. Le proponía un traspaso más benévolo, casi conciliador.
Mauricio dudó. Tenía ganas de negociar. Pero sus hombres lo sacudieron de los
hombros y le sugirieron: “ni se te ocurra”.

Y Mauricio
sale a hablar ante las cámaras apenas tres horas después de la oferta de
Cristina. Y no sólo retruca como nunca, ¡también responde preguntas! Eso,
“ella” no lo hace. Un poroto a favor.
La frutilla del postre vendrá al otro día. El título de
Clarín dirá: Cristina presiona, Mauricio rechaza. Es decir, Cristina es
autoritaria. Mauricio, tiene autoridad. El perfil del candidato se va
formateando con letras de molde.
La
justicia, probablemente, obligue al ingeniero a tomar los subtes y las 33
líneas de colectivos a su cargo. Pero ya será una cuestión de fuerza mayor. Los
argumentos para un nuevo tarifazo serán más sencillos de explicar y el costo
político de tan infausta medida será mucho más barato. Además, si ocurriera
algún accidente, siempre estará a mano la excusa de que antes no hicieron lo
que tenían que hacer. Lo importante para el proyecto anti K “Mauricio 2015” es
que el jefe de gobierno salga fortalecido de esta batalla con Cristina. El
diálogo que pregona y reclama Macri sólo queda en las entrecortadas palabras de
sus discursos. En los hechos, el plan es confrontar sin concesiones con el
gobierno. Mauricio, su team y los grupos corporativos que lo sostienen como su
candidato apuestan a que el tema subtes sea la primera estación en el
traqueteado viaje a la Rosada.
Gabriel Prósperi. Periodista.
31 de marzo de 2012
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