martes, 1 de mayo de 2012

APRENDIENDO CON MOYANO


Moyano y sus muchachos nos dieron una clase de cómo funciona una verdadera corporación. Cuando los intereses y los negocios de los "compañeros", de todos los "compañeros", están en peligro, se deben mostrar los dientes. Y ayer lo hicieron. Les avisaron a propios y extraños que todo tiene un límite. El "Momo" está en la vereda política de enfrente, pero vive en la misma casa. Con las obras sociales no se jode. Ese terreno no se ocupa. Nunca.
            Imaginemos el siguiente escenario: el gobierno intenta avanzar abiertamente sobre la burocracia sindical. Pero los muchachos no están dispuestos a ceder su poder. Hoy Moyano es la garantía del proyecto cristinista en la calle. Pero no lo será si la presidenta da la orden de atacar. Moyano se replegará en su casa y convocará a "los suyos". Los amigos se convertirán en enemigos y los enemigos, en amigos. La burocracia sindical amenazará y responderá. El empresariado también elegirá: unirse a la CGT será sostener el statu quo. Mejor malo conocido que bueno por conocer. Entre bueyes no hay cornadas. ¿Dónde estará la fuerza de choque del proyecto nacional y popular? ¿Estará en los jóvenes de clase media ilustrada que se suman a la cosmovisión K? ¿Estará en los trabajadores no alineados con la burocracia sindical? ¿Estará en los intelectuales y la prensa aliados al gobierno?
            La batalla puede ser inminente. Si se libra, estará en las calles y la violencia será inevitable. El gran interrogante es saber hasta qué punto será sostenible y qué precio estarán dispuestos a pagar los que quieren sostener el proyecto.
            Muchos comparan este período kirchnerista con el peronismo del '45. Perón entregó el poder y se fue cuando vio que su perpetuidad en la Casa Rosada iba a requerir el derramamiento de mucha, mucha sangre. Tal vez Cristina pueda quedar ante la misma disyuntiva. Qué hará ella y qué hará el pueblo que la apoya será tal vez el dilema que envuelva a los argentinos en una nueva encrucijada histórica.

                                                                       Gabriel Prósperi.
12 de febrero de 2011

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