martes, 1 de mayo de 2012

EL ASCO


Un portero que riega un cantero aúlla: “los votos son sagrados”. Un periodista que se levantó muy temprano para leer todos los diarios opina: “los votos no se discuten”. Un encuestador que le erró por 10 puntos se consuela: “los votos son incuestionables”. Me pregunto ¿serán así de intocables los votos realmente?
Los vecinos de Pueyrredón y Santa Fe seguramente se horrorizan porque alguien ose criticar el veredicto de las urnas en favor de Mauricio. Pero no recuerdo que hayan defendido el veredicto de las urnas a mediados de 2008, cuando batieron cacerolas para intentar sacar de los pelos a un gobierno elegido por “el voto sagrado” menos de un año antes. Las vaquitas ajenas y las propias sólo fueron la triste excusa.
El voto universal tiene calidad de intocable cuando favorece los intereses de la clase dominante. Cualquier comentario en su contra tendrá el calificativo, como mínimo, de antidemocrático. Paradoja de la historia: la democracia sirve hoy de argumento a muchos de los que hace décadas golpeaban las puertas de los cuarteles sin ningún pudor.
“Todos tenemos derecho a votar a quien queramos. Así nos expresamos libremente. Vivimos en democracia, ¿no?”, dice la señora mientras mira vidrieras y se escandaliza con los aumentos en los tapados. ¿Qué visión de la democracia tendría esa misma señora si el ganador de la elección hubiese sido Hugo Moyano, Luis D’Elía o algún otro enemigo del establishment, como los “irreverentes” jóvenes de La Cámpora? ¿Y qué hubiese pensado la señora de la palabra asco si en lugar de Fito Páez la hubiese nombrado Marcos Aguinis, Mariano Grondona o algún otro intelectual del orbe de La Nación y alrededores?
Hace años, escrita en la pared de un baño, leí la siguiente frase: “Tu voto es sumisión. Su misión es tu voto”. Con este asunto de la intocabilidad del voto, ¿no será que lo que realmente quieren es encerrarnos en la trampa de que nuestra única y permisible participación en la democracia es a través del voto? ¿No estarán intentando bloquearnos el acceso a otras formas de expresión libres y legítimas, que lesionan aquellos intereses que tan bien representa Mauricio? ¿Valen más mil votos que mil marchas, mil graffitis, mil piquetes o mil notas de opinión?
El desafío de todos no es defender el resultado de una elección. El desafío es darle seriedad y contenido a lo que llamamos democracia. Que valgan todos los votos; que valgan todas las voces; que valgan todos los reclamos por igual y en el mismo plano de legitimidad. De esa manera ya nadie podrá decir que siente asco por la sociedad en la que vive.

                                             Gabriel Prósperi. Periodista.
                                             13 de julio de 2011

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