martes, 1 de mayo de 2012

HUGO CAMIONERO, MOYANO CONDUCTOR


           Nunca sentí que las cartas estuvieran tan sobre la mesa. Quizá pueda pecar de inocente, pero lo pienso y lo pienso y me parece todo muy claro. Tan claro como lo expresó el abogado de Moyano, el ex juez Llermanos: “Lo que la gente percibe es que se quiere dañar a su líder”. Epa, frene ahí: ¿Moyano es un líder o un representante de las aspiraciones obreras? Aquí me parece que está la gran lección que deberíamos aprender de este embrollo de exhortos, paros y suspensiones.
            Un representante obrero, un sindicalista, discute, grita, pelea por el reclamo de sus representados. Y si es secretario general de la CGT, más aún. O sea, personifica el descontento, la bronca o la alegría de todos y cada uno de los trabajadores enrolados directa o indirectamente en esa central.
            Un líder decide, dirige y encolumna detrás de sí a un colectivo determinado. En el diccionario peronista se lo llama “conductor”. Perón era el primer trabajador, pero también y sobre todo era EL conductor. La voluntad del conductor es irrebatible.
            Hugo camionero, el representante legítimo y elegido por sus pares para representar sus intereses obreros, dio paso a Moyano conductor, el hombre fuerte con un plan político personal que en nombre de un interés general impone su voluntad a un enorme conjunto de trabajadores.
            Si Moyano es efectivamente un líder, un conductor, ¿hacia dónde dirige a los que dirige? “Los trabajadores queremos llegar al poder”. En la verborrágica oratoria de Lenin o en la ácida pluma de Rosa Luxemburgo, esta frase hubiera sonado a redundancia. Pero en el ronco tronar del jefe sindical camionero sonó a advertencia.            Socarronamente muchos; peyorativamente otros; temerosamente algunos, se preguntan si Hugo Moyano puede convertirse en el “Lula” argentino. “¡¿Quién va a votar a Moyano, por favor…?!” Hoy, puede que tengan razón. Pero Lula se presentó tres veces hasta que en la cuarta, ganó.
            El peronismo fue y es una usina interminable de dirigentes. Sin embargo, de todos aquellos que ocuparon las más altas magistraturas, no hubo ninguno que tuviera su origen en el sindicalismo. El textil Andrés Framini fue elegido gobernador bonaerense en 1962, pero no llegó a asumir el cargo. El “Lobo” Vandor, Herminio Iglesias y hasta el propio Ubaldini soñaron alguna vez con un proyecto político propio. Pero de una u otra manera, sus planes se vieron frustrados. Moyano parece decidido a retomar esos sueños de poder. ¿Estará él como cabeza visible del proyecto o buscará otra cara para los afiches? Por ahora, sigue apoyando la gestión K, pero como “aliado” no como “soldado” de un general (o generala).
            En estos turbios días, el jefe de la CGT mostró su verdadero peso específico. Les enrostró a todos, desde la presidenta de la nación hasta los popes del empresariado periodístico, que con él se negocia cara a cara. Que es uno más en la mesa grande de las decisiones y en la mesa chica de los poderosos. Que está preparado para cualquier batalla. Y que él, y sólo él, decide con quién pelea codo a codo o con quién se enfrenta sin tregua.
            Hugo Moyano puede ser el primero, pero también el último. El primero en dar el gran salto de sindicalista a líder político, reivindicado y elegido por las masas. O el último de una enquistada escuela de jefes gremiales, más preocupados en la construcción de un poder autónomo y mesiánico que en la organización cabal de  una verdadera y democrática representación obrera.
            Si la segunda opción es la que pretendemos para nuestro futuro, no podemos esperar que la batalla, las más decisiva de todas, la libre un gobierno. Esa batalla tiene que empezar en la conciencia de una nueva y revitalizada clase obrera y culminar en cada fábrica, en cada oficina, en cada comercio, en cada casa, en cada sindicato. Sólo así cada uno de nosotros, trabajadores, seremos autores de nuestro destino y protagonistas de la historia. Una historia con Hugos camioneros pero ya sin Moyanos conductores.

                                                                                  Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                                                  20 de marzo de 2011

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