viernes, 17 de octubre de 2014

TEORÍA DE LA RESIGNACIÓN



                Que Boudou roba; que Cristina es soberbia; que Macri espía; que Massa, nada. Valoraciones, sentencias, posiciones, ¿desde dónde? ¿Qué hace que consideremos que eso que se critica esté mal? Una normalidad subyacente. Sentido común, que le dicen.
                Se me ocurre que los que descansan en eso que “está bien” y que oponen a lo que “está mal”, en otra época hubieran pedido a gritos la cruz para Jesús o la hoguera para Copérnico. ¿Cuándo el sentido común, la normalidad, se dio tan vuelta-tortilla como para que Jesús hoy sea ícono de todo lo bueno y Copérnico, de todo lo sabio? ¿Podrá ser, entonces, que algún día Boudou no haya robado, Cristina no haya sido soberbia, Macri no haya espiado y Massa no haya, nada? O mejor, me corrijo: ¿Podrá ser que la corrupción de Boudou algún día sea reconocida, la soberbia de Cristina sea adulada, el espionaje de Macri sea aplaudido y la nada de Massa sea festejada?
                Resignación o rebeldía. Pasamos la vida en un mar de normalidades resignadas, repitiendo fórmulas discursivas inventadas por otros, instaladas por otros, perpetuadas por otros. Paradigmas de pensamiento tan sólidos como incuestionables. Verdades. Pasamos la vida a veces sin conocer las paradisíacas y pequeñas islas de rebeldía; atolones de libertad. Peligrosas aventuras del ser. Pasamos la vida siendo lo que otros pergeniaron, pergenian y pergeniarán lo que fuimos, somos y seremos.
Cuánto amor hay hoy en el mundo gracias a Jesús, pero sobre todo, gracias a Pedro, a Juan y al resto de los que le creyeron y se rebelaron ante la evidencia de la falacia atroz de ese nazareno mentiroso. Cuá
nto conocimiento hay en el mundo hoy gracias a Copérnico, pero sobre todo, a Kepler y a Galileo que decidieron seguir sus blasfemas conclusiones astronómicas hasta convertirlas en evidencias irrefutables.
Yo no pretendo ser Galileo (no sé, ustedes). Pero entiendo como pequeñas migas soberanas del pan de la mentira aquellas gotas de pensamiento mío, mío, mío que cuestionan (nada más, eh?… no vayan a creer) eso que denominamos sentido común. Esto no es una crítica a los medios (tranquilos TN y 678, tranquilos). Es un insignificante, casi roedor, cuestionamiento a la Historia, los sacerdotes, los maestros, los profesores, los padres, los vecinos, los amigos, los diarios, las radios, los canales de televisión, que fueron, van e irán sedimentando en nosotros esa losa pétrea sobra la cual se construye cada centímetro cuadrado de nuestro conocimiento. Cada agujerito del sabroso queso de la Verdad.
Dicen que el arte es un escape. Bárbaro, pero el arte dentro de ciertos límites (los de la losa aquella). Si concibo una expresión artística el asesinato en vivo del CEO de una mega-empresa, no sólo recibiré la desaprobación del 99,99% de todos, sino además, muchos años de cárcel o pocos minutos de silla eléctrica, de acuerdo al escenario elegido para tal expresión cultural. Recordemos que a un maestro como León Ferrari casi se lo crucifica en la Recoleta por mostrar a un Jesús crucificado en un avión… El arte con vuelo corto.
La teoría de la resignación, creo, es el paradigma de pensamiento que podría explicar la insoportable experiencia del transcurrir diario de muchos de nosotros. El entender su lógica (perdón por sonar engreído) podría abrirnos un pequeño ventilete; peor, una hendija. La hendija de la contra-resignación. Tos convulsa de libertad. Convalecencia del ser. Orgullo doloroso del aquí estoy yo. Así que, ¿es tan corrupto Boudou? ¿Era tan mentiroso Jesús? ¿Es tan soberbia Cristina? ¿Era tan hereje Copérnico? ¿Es tan espía Macri? ¿Eran tan ingenuos Pedro y Galileo? ¿Es tan nada Massa? ¿Soy…?

Gabriel Prósperi. Periodista que a veces “filosofa”
17 de octubre de 2014.

domingo, 7 de septiembre de 2014

EL CIRCO BERNI



Le doy play al video. El gendarme-payaso se tira y rebota contra el parabrisas. Cae aparatosamente sobre el asfalto. Se hace el herido. Acto seguido, sus compañeros-payasos abren a la fuerza la puerta del conductor. Lo sacan de los pelos. Lo tiran al piso. “¡Ay, ay, ay…!”, grita el conductor mientras le colocan las esposas. Entre cuatro gendarmes-payasos lo reducen. Fuerza bruta. ¿Qué es esta mierda?
El kirchnerismo, como poder gobernante, se impuso enarbolando una bandera que atrajo miles de voluntades resquemorosas. Entre ellas, la voluntad de quien escribe estas embroncadas líneas. La bandera de la no represión en las calles. El cuadro de Videla, la recuperación de la ESMA, la voluntad de sacarle la venda judicial al pasado dictatorial fueron mojones fácticos y simbólicos de una nueva forma de interrelación entre Estado y sociedad. El video del gendarme-payaso también es un mojón simbólico y fáctico: un mojón de retroceso.
Sergio Berni justificó la acción de su gendarme-payaso. También pidió deportaciones para extranjeros “delincuentes”. Pelo en pecho, peinado a la gomina, camisa arremangada, Berni irrumpe en la escena  política rompiendo la cosmogonía K con discursos y prácticas que nunca van a seducir a aquellos/nosotros de voluntades resquemorosas. ¿A quiénes quiere seducir Berni?
La rimbombante derechización berniana en parte del kirchnerismo tiene olor a encuadre electoral. En la cúspide del poder decisorio del gobierno, alguien pensó al secretario de seguridad como la carta que se arroja como oferta a los porteños. Por eso, la imposición mediática de un personaje con grotesco discurso en clave macrista-massista-clarinista. Si efectivamente la historia del kirchnerismo gobernante está en sus estertores, ¿vale por unos votos este triste capítulo que mancha y pisotea aquellos aplaudidos logros humanizantes fácticos y simbólicos?
Pongo de nuevo play. Reveo saltando y rebotando al gendarme-payaso. Meneando la cabeza y mordiéndome los labios pienso, ¿cuántos más actos como estos deberemos soportar en el Circo Berni?

Gabriel Prósperi. Periodista.
7 de septiembre de 2014.

jueves, 19 de junio de 2014

PATRIA O BUITRES… ¡CARROÑEMOS!


“Patria o Buitres”, decía el paredón, aún fresco de pintura. Mientras me traqueteaba junto al tren rumbo a la estación, pensaba: ¿cuántos “Patria o…” se habrán leído en paredones frescos como ese, a lo largo de los tiempos? Y cuando frenó el tren y me bajé, volví a pensar: ¿cuántas “patrias” hay? Y luego, caminando hacia casa, de cara al frío de la tardecita, seguí: ¿habrá tantas patrias como patriotas? ¿Qué es un patriota? ¿Quién es patriota?
La patria de un usurero es su bolsillo. Su bandera, los billetes. Si tal usurero no tiene pertenencia nacional, ¿puede entender lo que representa litigar con un país? ¿Le importa?
Fondos buitres, holdouts, usureros, garcas transnacionales. Términos simbólicos, técnicos, históricos, populares. Hablan de lo mismo pero, ¿definen lo mismo?
 Para la presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, y para muchos analistas y millones de ciudadanos, aquellos que litigan en Nueva York contra la Argentina, son buitres. Para economistas escolásticos, profesionales de la propaganda financiera, periodistas agoreros y otros millones de ciudadanos, son holdouts. Peyorativos unos, elegantes otros. La elección responde a los intereses y a la ideología.
El señor Thomas Griesa tiene patria. Seguramente, juró por ella alguna vez. Su patria es la nación más poderosa del mundo. Una patria que somete, decide, impera, sentencia. ¿Qué patria insignificante es aquella que osa criticar sus decisiones? Un juez contra un Estado: cenit de la reacción imperial. La patria usurera, protegida por la patria imperial, sonríe socarrona y se restriega las manos.
“Ahora hay que ir, sentarse con el juez Griesa y hacer lo que diga”*. Macri piensa en su patria. Una patria que, indefectiblemente, será siempre sometida. Macri, dentro de esa patria, siempre será líder. Patriota Pro. Entre buitres y holdouts, ¿cómo los llamará Macri…?
Foto: representantes de FaUnen, con la tumba de Belgrano de fondo. Objetivo: traer al presente los valores del patriota histórico. El mismo día, firmaron un documento que en su último párrafo dice: “La prioridad debe ser la protección de la estabilidad económica de todos los argentinos. Por ello, rechazamos el default como un camino viable y hacemos responsable al gobierno si eso ocurre”. Traducción: agachar la cabeza y pagar. Otro voto por holdouts. La concepción belgraniana de patria para el FaUnen.
Sonrisas por kilo y estas palabras: “Es un momento particular, en el que para la Argentina se viven días de incertidumbre y miedo y lo más importante es que bajo el refugio de nuestra bandera, para todos los temas que nos preocupan, pensemos soluciones inteligentes, profesionales y responsables de gestión que nos permitan darle tranquilidad a la gente y avizorarles un futuro mejor a los chicos, para que sientan que pueden vivir en un país mejor”**. Si hoy, que el Estado argentino opta por no pagar lo que exigen los buitres, Massa dice que hay incertidumbre y miedo, ¿cuándo no habrá más incertidumbre y miedo? Adivina adivinador… Massa y su patria electoral del miedo. Patriota holdoutiano.
Los buitres son “carroñeros”. Comen carne muerta, ergo, necesitan un muerto. ¿Quién es el muerto en esta historia? Multiple choice: el estado argentino, el gobierno, el kirchnerismo. A los fondos buitres, holdouts, usureros o garcas transnacionales (definición a su elección) no les importa que el muerto sea el estado argentino mientras haya carne muerta de ese estado para comer. Al señor Thomas Griesa le seduce que el muerto sea el gobierno de un insignificante país que, según dicen que dijo, “se ríe desde hace una década de sus fallos”***. A la oposición vernácula le interesaría mucho que el muerto sea el kirchnerismo, y en pos de ello, está dispuesta a pagar lo que sea, aún si eso significara un nuevo crack. En definitiva, el único objetivo de macristas, faunistas y miedo-massistas es llegar a gobernar el país. No importa si es un país de pie o de rodillas. ¿Patria o buitres? Ya eligieron.

Gabriel Prósperi. Periodista.
19 de junio de 2014.



* La Nación on line, 19 de junio de 2014.
** El Comercio on line, 19 de junio de 2014.
*** Infobae, 19 de junio de 2014.

viernes, 9 de mayo de 2014

LA VIOLENCIA ES UNA ENFERMEDAD QUE TIENE CURAS


“Enferma de violencia”, leo en los titulares. Y me detengo en el primero de los conceptos: enferma. Entonces, si hay una sociedad enferma, también hay una sociedad “sana”. Me pregunto y le pregunto a la Iglesia: ¿hay una sociedad “sana”…?
La dicotomía sanidad/ enfermedad, en términos de análisis sociológico, tiene su historia. Allá por el siglo XIX nacía una ciencia destinada a analizar lo que hasta ese momento no había hecho falta analizar: las sociedades en los países centrales de occidente. A dicha ciencia se la llamó sociología. Como contraparte, nacía también la antropología/etnografía, enfocada en el estudio de las sociedades “primitivas”, que eran todas aquellas sociedades que no correspondían a los países centrales. Tradicionalmente, se le concede a Augusto Comte el mote de “padre” de la sociología. En su visión, la sociedad se comportaba como un organismo vivo, donde cada elemento obraba en función del accionar positivo del todo. Si algún elemento no funcionaba, ese organismo, esa sociedad, estaba “enferma”. El concepto de anomia, desarrollado años después por Emile Durkheim, surgió para explicar todo aquello que distorsionara el “normal” devenir de una sociedad determinada. En fin, la matriz conceptual de la sociología comtiana, el “positivismo”, sirvió para justificar el ascenso del conservadorismo, soporte político de la fase imperial del capitalismo occidental moderno.
Sin embargo, a la par del auge del positivismo, surgiría otra matriz de pensamiento filosófico para analizar las sociedades modernas occidentales: el marxismo. En la visión de Karl Marx, la sociedad no era armónica sino conflictiva por naturaleza. El capitalismo había engendrado dos grupos sociales protagónicos y antagónicos: la burguesía y el proletariado. La puja por el ingreso desatada entre ambos actores generaría la “lucha de clases”, concepto básico para el entendimiento de las relaciones humanas en las sociedades capitalistas de occidente. Marx desarrolló su obra tomando como fundamento el pensamiento de un compatriota, Georg Friedrich Hegel. El materialismo histórico marxista se sustentó en una idea hegeliana que daría vida a toda su obra: “la revolución es el motor de la Historia”. ¿Hay revolución sin violencia? Tal vez Gandhi podría considerarse como la excepción que confirma la regla.
Desde ya, la Iglesia argentina no tiene nada que ver con el marxismo. Los obispos que la componen siguen entendiendo la sociedad en términos decimonónicos/positivistas: hay cosas normales y “anormales”. Hay salud y enfermedad. Así como la corrupción es un “cáncer”, la violencia, con la careta de la inseguridad, es anomia. Queda claro que, para los sacerdotes que firmaron ese documento “histórico“, el capitalismo no engendra “naturalmente” la violencia.
Leyendo el documento a lo largo y a lo ancho, se observan sólo frases hechas y obvias extraídas de los medios masivos o de la cotidianidad de dos vecinos charlando en la vereda. Ejemplos:
* “Muchos viven con miedo al entrar o salir de casa, o temen dejarla sola, o están intranquilos esperando el regreso de los hijos de estudiar o  trabajar. Los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad”.
* “No se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales”.
* “Desviar dineros que deberían destinarse al bien del pueblo provoca ineficiencia en  servicios elementales de salud, educación, transporte”.
* “La lentitud de la Justicia deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia”.
* “El sistema carcelario debe cumplir su función sin violar los derechos fundamentales de todos los presos”.
* “Urge en la Argentina recuperar el compromiso con la  verdad, en todas sus  dimensiones”.
Me pregunto, ¿qué valor tiene un documento tan vacío de contenido; tan obvio y tan trillado? ¿Para qué sirve detenerse en una ristra de frases que engorda eso que llamamos “sentido común”? Y me animo a responderme: para denotar que la Iglesia Católica no escapa a la matriz que domina hoy el juego político en la Argentina: la del marketing, la cáscara, la fachada, el maquillaje, la demagogia.
Se cumplen por estos días 40 años del asesinato del padre Carlos Mugica. La violencia de la Triple A le arrebató la vida a balazos luego de dar misa. Voy a buscar qué dijo por aquellos días la Conferencia Episcopal sobre la violencia y las enfermedades sociales.

Gabriel Prósperi. Periodista.
10 de mayo de 2014.

martes, 22 de abril de 2014

PERIODISMO PARA COBOS… Y ALGUNOS MÁS



Seducir al establishment, ardua tarea para el Frente Amplio UNEN. Hoy Massa es la construcción del establishment. Macri es el establishment. ¿Para qué el establishment? Por los medios masivos: sus ojos, sus orejas y su voz. Carrió, Sanz, Cobos, Binner, hasta Victoria Donda saben que la amplificación mediática, hoy, es todo. Vale más una hora en TN que 24 en una plaza pública. La política, como nunca antes, es marketing. El periodismo, como nunca antes, es propaganda-operación.


Gabriel Prósperi. Periodista.
22 de abril de 2014.

jueves, 10 de abril de 2014

MOYANO, BARRIONUEVO Y EL ADN SINDICAL ARGENTINO

10 de marzo de 1943. Elección de Secretariado y Comisión Administrativa de la CGT. Dos listas enfrentadas: la Número 1, liderada por el ferroviario José Domenech y la Número 2, representada por el histórico jefe de los obreros municipales, Francisco Pérez Leirós. Un voto decidía todo, el del ferroviario Marcos Lestelle. Domenech ya se preparaba para la ovación. Pero Lestelle dejó a todos blancos y votó por la lista 2. Domenech, traicionado, se levantó con los suyos de la mesa, rompió lanzas y fundó una nueva CGT. Le puso el original nombre de CGT Número 1. La CGT Número 2 - no les quedó otra que ese bautismo - fue liderada por Pérez Leirós, nomás. La suerte del bueno de Lestelle no la sabemos.
En fin, esta fue una de las tantas rupturas que tuvo la CGT desde su creación, tras el golpe de septiembre de 1930, hasta nuestros días. Pero la particularidad de este crack radica en que pudo haber sido la piedra fundamental de lo que hoy conocemos como “burocracia sindical”. En efecto, tanto Domenech como Pérez Leirós estaban afiliados al Partido Socialista. A los dos los unían más las ambiciones de poder que la ideología. Sin embargo, Pérez Leirós representaba un ala sindical más afecta a unir su praxis con las decisiones del partido. Domenech, en cambio, era el adalid de un sindicalismo, digamos, más “sindicalista”; independencia para influir, negociar y presionar. Perón llamaría a una y otra vertiente “sindicalismo político” y “sindicalismo gremial”. Tras la revolución de junio de 1943, el teniente coronel a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión se sentiría más gusto con una de esas vertientes. El 9 de diciembre de ese año, durante una asamblea de la Unión Ferroviaria en Rosario, Domenech dejó una frase para el resto de la historia política y, por qué no, musical del país: “Perón es el primer trabajador”.
Hugo Moyano y Luis Barrionuevo siguen cantando a viva voz que Perón es el primer trabajador. Afiliados ambos al Partido Justicialista, los avatares de la historia contemporánea los alejará y juntará caprichosamente… o no tanto. Durante el alfonsinismo, Moyano ascenderá fulgurantemente dentro del sindicato de camioneros, al amparo del líder cegetista Saúl Ubaldini; el mismo Ubaldini al que Barrionuevo intentará “derrocar“ a cadenazos y puntazos, en octubre de 1989, usando a sus “compañeros“ de la barrabrava de Chacarita. Durante el menemato y el alianzato, uno estará en las calles, contra el modelo; el otro, en calientes y oficialistas bancas del congreso como diputado y senador. Durante el interinato duhaldista, Moyano liderará el ala opositora dentro de la CGT; Barrionuevo, será uno de los instigadores de la continuidad del jefe lomense en la Casa Rosada. Con el arribo del kirchnerismo, Moyano llegará adonde siempre había querido llegar: número 1 de la CGT unificada; Barrionuevo, llegará a quemar urnas porque no lo elegirían gobernador de Catamarca. Hoy, en el atardecer del cristinismo, el camino los encuentra unidos y desbocados. Barrionuevo, el creador de éxitos como “en este país nadie hace plata trabajando” o “deberíamos dejar de robar por dos años”, lanzó en estos días otra frase rompeportón: “Kirchner fue un tipo que robó… que se cagó muriendo a los 60 años, fue un avaro". Moyano, más discreto oralmente, siempre fue un hombre de acción. Su estilo, marca registrada, ya ha sido definido por sus biógrafos: Golpear primero, negociar después.
Moyano y Barrionuevo lanzaron el paro del 10 de abril con varias consignas y un objetivo: averiar al gobierno de Cristina Kirchner. Más allá del notorio tinte político de la medida, en cada conferencia de prensa los dos líderes se encargaron de subrayar una y otra vez el carácter independiente del movimiento obrero que ellos representan. “Sindicalismo político” bajo la mácula de “sindicalismo gremial”. Otra clase de peronismo puro.
Moyano y Barrionuevo representan la continuidad histórica de aquella matriz sindical fundada por hombres como José Domenech. Podríamos decir que Moyano y Barrionuevo llevan consigo el mismo ADN gremial. Un ADN que, hay que decirlo, sufrió algunas mutaciones: al abandonar la secretaría general de la CGT, José Domenech, el más poderoso líder sindical entre 1935 y 1943, volvió a trabajar en los talleres ferroviarios de Rosario hasta jubilarse.  

Gabriel Prósperi. Periodista.
10 de abril de 2014.

Fuentes:

Hugo del Campo. “Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de una vínculo perdurable”. Siglo veintiuno editores Argentina.
Hiroshi Matsushita. “Movimiento obrero argentino, 1930-1945”. Siglo Veinte.
Miguel Bonasso. “Luis Barrionuevo, una vida a cadenazos”. Página 12, edición del 9 de marzo de 2003.

jueves, 27 de febrero de 2014

EL “AXELAZO”



Nos encantan los “azos”. Los hay deportivos: golazos; los hay tinellizados: gomazos; los hay históricos: Cordobazo; los hay políticos: cacerolazos. Y por supuesto, los hay económicos: Rodrigazo. A propósito, en las últimas semanas se escucharon eruditas voces, como las de Roberto Lavagna, Domingo Cavallo, Jorge Altamira y Eduardo Curia - variopintas, por cierto- hablando de reedición del plan de ajuste copyright de Don Celestino Rodrigo, ministro de economía de Estela Martínez de Perón en 1975. Ahora, ¿estamos en las puertas de un Rodrigazo?
El original Rodrigazo consistió en una devaluación virulenta de más del 170 por ciento. El feroz tarascón al bolsillo obrero se vio sazonado con un jugoso aumento de tarifas, naftas y transporte público, que fluctuó entre el 40 y el 170 por ciento de acuerdo al rubro. En pocas semanas, la participación de los trabajadores en el Ingreso bajó del 48,5 al 45 por ciento. Es decir, Don Celestino promovió una opípara transferencia de ingresos desde los sectores populares al capital más concentrado. La frutilla del postre vendría un año después, de la mano de un fiel integrante de la casta oligárquica vernácula, José Alfredo Martínez de Hoz, bisnieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina. Con su célebre “liberación de las fuerzas productivas”, la participación obrera en el Ingreso Nacional bajó al 30,4 % a fines de 1976*.
Celestino Rodrigo tomó, además, una medida decididamente antiperonista: desarticuló las paritarias renacidas a la luz del Pacto Social - firmado dos años antes por la CGE de Gelbard**, la CGT y la UIA - que servían de control en la ecuación precios-salarios. La respuesta fue histórica: el primer paro de la CGT contra un gobierno peronista.
Entonces, 39 años después, ¿volvemos al Rodrigazo? ¿Se puede hablar de “Axelazo”? En primer lugar, la devaluación de enero fue del 25%, no del 170. Por supuesto, representa un claro retroceso en la participación obrera en el Ingreso y una transferencia de capital hacia los grupos concentrados de la economía. Pero la discusión salarial está abierta. Aunque el gobierno pretende meterle plomadas a las demandas sindicales, el juego paritario está en marcha y los gremios más pesados (o más “gordos”, como ustedes quieran) pondrán pisos y techos. El conflicto docente en boga parece ser el puntapié inicial del partido.
La desvalorización del Peso, hoy, con la devaluación fresca, tiende sólo a mitigarse con medidas de corto alcance, como los Precios Cuidados. Hay indicadores que hablan de una caída en las ventas de los súper e hipermercados. Pero debemos tener en cuenta que venimos de los meses de vacaciones, donde estos índices decrecientes son normales. En líneas generales, no aparenta haber una baja extraordinaria en los niveles de consumo, más allá de la elevación de las tasas de interés, que a mediano plazo debería atraer una desaceleración de la actividad económica (la palabra preferida de la ortodoxia economicista es “enfriamiento”).
El peligro latente, ante esta situación, está en la tasa de desempleo. La presidenta de la Nación se apuró a dar números alentadores: poco más de 6% de desocupación en el último trimestre, una cifra utópica hace 10 años nada más. Eso sí, con trabajo precario todavía muy elevado (30% del parque obrero general). En tiempos del Rodrigazo, la desocupación apenas sobrepasaba el 2 %. Pero 5 años después, en 1980, subió al 6 %: se triplicó. Fue el precio de la desindustrialización, la apertura económica indiscriminada, el endeudamiento desaforado y la desarticulación del Estado que culminó en el banquete neoliberal del menemato-delaruato.
Maquillaje o no, la devaluación de enero de 2014 fue acompañada de anuncios anti-ajuste como el plan Progresar y aumentos en jubilaciones y asignaciones sociales. El gobierno nacional parece aventar la posibilidad de achicar el Gasto Público y suavizar la emisión monetaria. El diagnóstico en el Palacio de Hacienda, al menos de la boca para afuera, es que la inflación es obra y gracia de los formadores de precios. Hoy, los grandes supermercados y los fantasmagóricos intermediarios de la cadena productiva, acompañados por los medios dominantes, son claramente los enemigos políticos coyunturales.
En fin, el “Axelazo” no parece tener mucho de Rodrigazo. ¿Por qué entonces se relacionan ambos momentos? Por política. El Rodrigazo fue la antesala del fin del gobierno de Isabel; el último manotazo de ahogado de un gobierno que ya no tenía anclaje en el mundo de los popes de la industria; ni en las mesas de los especuladores financieros; ni en los campos de los exportadores estancieros; ni en las cajas fuertes de los banqueros; ni en los bolsillos de una clase media desorientada. Sólo encontraba sustento en la tozuda trinchera de las 62 organizaciones de Lorenzo Miguel. Demasiado poco. A la vuelta de la esquina, ya había rostros, uniformes y botas esperando hacerse cargo de lo que tenían que hacer.
Hoy, otra mujer peronista, esposa y heredera política de un líder que ya no está, conduce al país. En enero, popes industriales, especuladores financieros, exportadores-estancieros y banqueros volvieron a mostrar las uñas. Hoy no hay botas ni uniformes esperando. Pero sí hay rostros que aceptarían gustosos la misión de hacerse cargo de lo que tienen que hacer. Y hay también una clase media desorientada y llena de incertidumbre, suculento caldo de cultivo para imponer el miedo a través de espantosas reminiscencias de un pasado que no parece tan pisado. El Rodrigazo es sinónimo de desastre histórico. Después de un Rodrigazo, todo vale: los ajustadores crónicos afilan los cuchillos.
Para mitigar ese miedo y para frenar la incertidumbre, lo mejor es saber, recordar y comparar. Convetir el “Axelazo” en “Rodrigazo” es una excelente parábola de aquellos que fogonearon “cacerolazos” y que quieren volver a meter sus “golazos”. Aquellos no son ningunos “gomazos”.

Gabriel Prósperi. Periodista.
27 de febrero de 2014.

* Fuente: CEPA, Centro de Economía Política Argentina.
** José Ber Gelbard, ministro de economía durante el tercer gobierno de Perón, entre 1973 y 1975.