Sueña que viaja en camión a la Rosada. Que lo esperan a él
para ponerle la banda. Que llega y corre por los pasillos vacíos. Que entra al
salón blanco y lo sacuden los gritos y los aplausos. Que es el hombre del
pueblo. El presidente.
Hugo Moyano
comenzó su trabajo para cumplir ese sueño. Y su primer movimiento fue difícil
pero estratégicamente correcto: romper lanzas con el gobierno de Cristina. Ese
alejamiento tuvo dos argumentos. Por un lado, la certeza de que dentro del
kirchnerismo su proyecto político no tiene futuro. Y por otro, la imperiosa
necesidad de consolidarse como el líder indiscutible de la CGT. La pelea con el
gobierno le asegura el aval táctico de otras vertientes sindicales otrora
enemigas, como las de los “gordos”, la del “Momo” Venegas y la de Luis
Barrionuevo.
Este último
jueves Moyano apareció sentado en un estudio de TN. Su irrupción en el programa
de Nelson Castro fue la concreción de un esperable pacto anti – K: tanto a Clarín
como a Moyano les conviene estar cerca para minar el poder de Cristina. De
todos modos, el jefe camionero sabe que la relación es transitoria. No olvida
la campaña implacable que Clarín desató en su contra para, elípticamente,
agredir al gobierno. Además, tiene claro que el Grupo nunca apostará por él
pensando en el 2015. Magnetto ya eligió: su candidato es Macri.
Moyano le
apunta directamente a Cristina. ¿Por qué? Porque la batalla que viene es por la
representatividad política del movimiento obrero, y más globalmente, de los
sectores populares. El jefe camionero sabe que la única chance que tiene de
convertirse en el Lula argentino es aunando en su persona los anhelos de los
postergados de la Argentina del siglo XXI. Al mismo tiempo, debe operar para
que a Cristina se le vaya achicando el famoso 54%. Su objetivo es que a la
presidenta sólo le queden como fieles seguidores los vituperados jóvenes de La
Cámpora. Es decir, que la base de sustentación del kirchnerismo se reduzca sólo a esos jóvenes. De esa manera, el
kirchnerismo ya no sería la vía legítima hacia la pretendida justicia social. Ese
rol le cabría naturalmente a Moyano. En definitiva, el titular de la CGT cree
tener la certeza de que, cuando las “papas quemen” en la calle, “sus muchachos
peronistas” primarán por sobre los “muchachitos setentistas” de ella.
Moyano
mostró las uñas, pero no los dientes. La próxima jugada será el paro general.
Con ese movimiento intentará descolocar a Cristina con la primera huelga masiva
de la era K. Pero también buscará realizar una imprescindible evaluación
coyuntural: saber quiénes son los que ahora están con él y quienes no. Esa
medición de fuerzas le servirá para determinar en qué lugar de su camino está
parado; cuán cerca o cuán lejos está de su sueño: el sueño de Hugo.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
17
de marzo de 2012
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