martes, 19 de febrero de 2013

LOS MUCHACHOS CLARINISTAS



           Scioli, con Joaquín Morales Solá. Moyano, con Nelson Castro. Macri, con… Bueno, Macri con ellos y con Bonelli y con Edgardo Alfano y con Van der Koy y con Blanck y con varios más. Uno a uno, los candidateros autocandidateados pasaron por los estudios de TN y dejaron sus pañuelitos perfumados a las espadas discursivas del multimedios. Los tres, a su manera, tienen bien clara una cosa: sin Clarín, no llegan al 2015 y por eso iniciaron una abierta campaña de seducción para que el “gigante amapolas” de Magnetto los adopte como el novio electoral para derrotar al kirchnerismo.
            Scioli atacó primero. En medio de la guerra sin piedad entre el multimedios y Cristina, que tiene como blanco predilecto a Amado Boudou, el gobernador bonaerense apareció sentado a la mesa de Don Joaquín, un lunes caluroso de enero, hablando de las bondades del “diálogo” y de su fidelidad a un estilo conciliador y pacifista. Scioli desplegó su inocuo discurso destinado a enmascarar un juego a dos puntas: por un lado dice apoyar el proyecto K desde siempre, “aún en los momentos más difíciles”. Pero por otro, no duda en acercarse sonrientemente a los sectores que son enemigos declarados de tal proyecto: corporaciones del campo, Clarín… hasta Cobos. Su actitud se refleja en el color elegido para representar su proyecto: el naranja; ni rojo revolución ni amarillo papal. Un “no-se-qué” que, de llegar al poder, deberá devolver favores rápidamente a sus “socios-trampolines”. ¿Cuánto de lo construido por el proyecto K que dice apoyar quedará pisoteado bajo las botas embarradas de los revanchistas miserables del eterno retorno?
Si hay algo que emparenta a Scioli con Macri es su visión de la construcción política. Ambos estructuran el poder bajo los parámetros estratégicos de los ’90; es decir, reconocen la existencia de un poder fáctico superior al poder político y se acercan sin miramientos a él. Subsumen la política al capital. Para Macri, la política no transforma más que calles, micros o plazas. La política no está para transformar sino para “confirmar”. En el discurso de Macri siempre hay un “volver a la normalidad”. ¿Cuál normalidad? La del establishment dominante e incuestionable; la del campo siendo la rueda maestra del país; la de la Sociedad Rural y las megaempresas transnacionales; la del capital financiero controlando la economía tuya, mía y de él. Macri es el niño mimado de la política títere. En estos días insistió con que el Fútbol para todos es una aberración y que hay que devolverlo al sector privado. ¿Se lo está diciendo a tipos como yo o como mi vecino que podemos ver a Boca o a River sin pagar? No, se lo está diciendo a Clarín, de frente, y con ello lo está invitando: “subite al micro amarillo del PRO y volverás a ser el monopolio incontrastable, omnipotente y controlador de siempre. Volvé, Clarín, a la normalidad”. Una oferta casi imposible de rehusar…
            Y por último, Moyano, la esperanza mestiza. A esta altura, nadie duda de que la pelea Moyano – kirchnerismo es política. Tampoco se puede dudar del poder de convocatoria y movilización que aún sostiene el camionero. Pero el viejo Hugo sabe que con eso no basta. Hay que mostrar los dientes en la calle, pero las uñas en la tele. La semana pasada fue protagonista de la entrevista más cómoda de su vida. Se la realizó Nelson Castro, en los estudios de TN. Castro – tal vez junto al converso Lanata - es el periodista opositor con más seguidores dentro de la clase media más recalcitrantemente anti-K. Sus editoriales defenestraban a Moyano hace apenas dos años. Pero los tiempos cambiaron y las circunstancias también. Si el fin justifica los medios, Moyano es un perfecto medio para limar poder al kircherismo donde más fuerte es: en los sectores populares. A su vez, a Moyano, le conviene un entendimiento con Castro porque puede presentarse en sociedad ante quienes hace poco tiempo nomás lo veían como un ser grotesco, violento y sobre todo, “demasiado peronista”. ¿Tendrá Hugo espaldas para sostenerse como el principal contrincante del kirchnerismo bajo la sombra y el amparo de Clarín y sus secuaces? Tal vez, como primera medida, deba probar con cambiar la campera de cuero por el saco y la corbata.
            ¿Con quién se quedará el novio multimediático? ¿Estará obligado a elegir o jugará su carta maestra: convidarlos a los tres a unirse en un ménage a trois para derrotar juntos al odiado régimen que ya lleva 10 años? ¿Entonarán Scioli, Macri y Moyano una nueva marcha triunfal: la de los “muchachos clarinistas”? Recuerden, pesimistas: la política es el arte de lo posible.

                                                           Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                           19 de febrero de 2013.