domingo, 25 de noviembre de 2018

EL SUPERCLÁSICO NEOLIBERAL

   Por estas horas se discute si Boca tiene que salir campeón de la Libertadores tras la agresión sufrida por el plantel al ingreso al territorio River. Ahora bien, la responsabilidad de que el micro fuera enviado al matadero de los piedrazos era exclusiva del operativo de seguridad. Un video de @Promiedos en Twitter es más que explícito: lo que ocurrió se pudo haber evitado, simplemente, cambiando de trayecto. Sin embargo, el micro siguió. ¿Por qué?
   Los jugadores de Boca, liderados por Carlos Tévez, se quejaron con motivos más que válidos por la agresión. Apuntaron contra la Conmebol y contra River pero no hicieron mención al operativo que los llevó a ese cadalso. Al otro día, el jefe de gobierno porteño deslizó que pudo haber errores en la seguridad pero culpó por lo sucedido directamente a los barrabravas. Más tarde, Angelici confirmó que iban a reclamar los puntos del partido y tampoco se quejó explícitamente respecto del operativo que derivó en la cobarde agresión a sus jugadores. Ergo, ¿fue esto un escenario predispuesto para sacar una ventaja deportiva?
   Los videos de la agresión tardaron nada en viralizarse, tanto como el de una mujer “armando” con bengalas a una nenita y el de un grupo de chorros robando autos. La respuesta ante esas imágenes, amplificada y legitimada por los medios masivos, fue unánime: “somos una sociedad desquiciada”; “la violencia está enquistada en todas partes”; “somos un país inviable”. Entonces, el argumento basal de lo ocurrido era que “esto somos, qué vergüenza”. Sin embargo, al mismo tiempo, y en todo el país, se estaban desarrollando eventos deportivos y artísticos más o menos masivos y no hubo nada parecido a lo que ocurrió en River. Entonces, ¿somos más violentos que pacíficos o más pacíficos que violentos?
   Más que operativo, lo de River pareció una operación. Y el hecho de que discutamos si Boca merece ganar la copa o si el partido se debe jugar en la Luna sin público es la tormenta perfecta para no detenernos en lo que a mi juicio persiguió esta escenografía de la violencia: sacar una ventaja política.
   El gobierno nacional se prepara para recibir a los presidentes del G20. Y también para recibir a diciembre. Precisa imponer el ajuste incrementando el control social. La intensificación de la represión es condición sine qua non para sostenerse en el poder en medio de una creciente e inevitable conflictividad social. Y por eso necesita mostrar y mostrarnos a todos como integrantes de una sociedad violenta, desbordada, que amerita mayor control, o sea, más palo.
   
Durante la semana, el video de los barras de All boys haciendo retroceder a la policía preparó el terreno. El sábado, en un evento que veía el mundo, como el River – Boca, debía consumarse la escena capital. Surgió así la violencia monitoreada y entonces, lo dicho: “somos esto”, “país inviable”, “qué vergüenza”. El argumento ideal para exacerbar la idea de que todos somos potencialmente violentos, todos somos sospechosos, todos podemos ser vigilados y castigados. El superclásico neoliberal.

lunes, 5 de noviembre de 2018

AGUANTE SÓCRATES, CARAJO

   Leo por ahí que Rolandinho, el de la sonrisa esculpida, apoya a Bolsonaro. Qué cagada que un tipo tan talentoso y popular divulgue esa ideología racista y ariocéntrica. Él, que es de la raza que su candidato desprecia. 
   Qué pena que Sócrates se murió. No, no me refiero al heleno, me refiero al de la foto. Al que entraba a la cancha con el brazalete de capitán de su selección y con vinchas con leyendas que le decían al mundo "No al terror", porque tenía unos huevos grandes como un toro y se cagaba en la dictadura que aún pervivía en su Brasil.
   El tipo era un líder popular que jugaba al fútbol. Cuando le tocó encabezar un histórico equipo de Corinthians, él solo, él, inauguró una era de esplendor para el club a la que se llamó la "democracia corintiana". ¿Por qué? Porque todos en el club, desde los utileros hasta las estrellas que ganaban millones de cruzeiros debatían y decidían qué era lo mejor para tal o cual partido, tal o cual eliminatoria, tal o cual final. Y así, desde el rincón más popular de San Pablo, enfrentaba al discurso verticalista del poder. Y lo impuso él, el "Doctor". Un doctor sin honores pero con una conciencia de clase que apabullaba.
   Hoy no hay Sócrates para enfrentar desde el verde césped al Frankenstein conservador que podría presidir al país más poderoso de Latinoamérica. Nos quedan los Ronaldinhos de sonrisas colgate que ayudan a enterrar los sueños y los cuerpos de millones de Ronaldinhos que no llegarán nunca a Ronaldinhos.
   El bueno de Sócrates fumó y escabió desde los 12, ininterrumpidamente, hasta su muerte el 4 de diciembre de 2011. Se fue a los 57. Unos años antes, mientras se ganaba unos euros en el fútbol inglés como entrenador-jugador de equipos de la "D", le preguntaron por su vida y por su final. Dijo: "me quiero morir un día en que Corinthians sea campeón". Ese puto 4 de diciembre de 2011 Corinthians empató con Palmeiras y salió campeón. ¡Salud, Doctor Sócrates! Aguante usted, carajo.


                                                                                     20 de octubre de 2018.

¿Y ENTONCES QUÉ, VICEPRESIDENTA?

   Esta semana, mientras la ministra de seguridad nos invitaba a armarnos libremente (no a amarnos, no confundir), la vicepresidenta le pegaba un tiro al trabajo formal: “hay que generar uno mismo su trabajo, porque la oferta laboral de las empresas va a ser muy chiquita”. Y sin solución de continuidad, en mi trabajo, la empresa nos informaba que nos iba a pagar el sueldo en dos partes “por la situación crítica del país”. La próxima será una parte, si se puede. Y la siguiente, ya se sabe. El guión neoliberal.
   La presunción de que un gobierno de empresarios iba a ser ferviente enemigo de los trabajadores se confirma hora a hora. Y no es sólo ya que los trabajadores somos un costo: somos sospechosos. El discurso dominante dice que los asalariados ganamos más de lo que merecemos, sea cual sea la profesión o el oficio. Nos quedamos con algo que “no nos corresponde”. El mismo presidente enarbola esa bandera. Y entonces no sólo somos costosos y sospechosos de vagancia, sino enemigos del resto de la sociedad “emprendedora” que “se rompe el lomo” para ganar el mango.
   La pregunta es, ¿cuánto hay que romperse el lomo para ganar lo que nos correspondería? ¿8 horas de lunes a viernes está bien? ¿12 horas...? ¿O hay que sumarle sábados y domingos, con paga normal? ¿O sin paga? ¿O todos los días, todas las horas que sean, si te necesitan? ¿O nada, si no te necesitan? Lo quieren decidir ellos, los patrones, a discreción. Y lo piden a gritos: salen impúdicamente a reclamar la modificación de los convenios colectivos de trabajo. No para pagar menos: para echar gratis. Algunos patrones incluso critican al presidente por la situación que los obliga a recortar y recortar... Gatopardismo.
   Y entonces, a los que nos alcanzaba para vivir, ya no nos alcanzará, ¿no? Así que, bueno: emprenderemos el camino de los pancitos rellenos. Y saldremos a vanderlos. Y entonces, una panadería venderá menos. Y entonces, va a tener menos ingresos. Y entonces no podrá pagarle a sus empleados. Y entonces tendrá que ajustarse porque tampoco puede pagar las tarifas. Y entonces tendrá que echar empleados. Y entonces esos empleados despedidos tendrán que "generar su trabajo". Y entonces saldrán a vender pancitos rellenos. Y entonces los que ya vendemos pancitos rellenos, venderemos menos. Y entonces dejaremos de vender pancitos rellenos. Y entonces... Y entonces... ¿Y entonces qué, vicepresidenta?


                                                              3 de noviembre de 2018.