El monumento es impresionante: una mano gigante, dorada como
el desierto, cazando en vuelo un bombardero yanki. Lo hizo construir en su
palacio Muhamad Al Khadafi después del ataque aéreo a Trípoli ordenado por Ronald
Reagan y Margaret Thatcher en 1986. Ese mismo monumento aparece hoy pisoteado
por un barbado rebelde, con una bandera libia en una mano y un grito silencioso
de pretendida libertad saliendo de su boca. Es la foto de la caída del
dictador.
Libia es miembro
de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Entre los doce
estados miembros, es el noveno en el ranking de barriles extraídos. El 79% de
su producción se exporta a Europa *. Libia produce poco más de un millón y
medio de barriles por día. Varias petroleras europeas y norteamericanas extraen
el crudo directo de los pozos controlados por el estado libio. Hasta ahora,
debían negociar sus contratos con Khadafi. Pero hoy Europa y Estados Unidos están
acorralados por la crisis financiera. Están secos de efectivo y de petróleo.
Los cánones de extracción y exportación pactados con el dictador se hacen cada
vez más pesados. ¿Cómo alivianarlos? Presiones de la ONU, acusaciones de
terrorismo internacional, bloqueos económicos y en última instancia,
movilización de portaaviones, bombas de la OTAN y rebeliones populares con
armamento de misteriosa procedencia. El dictador tomó el poder hace 42 años.
Pero el occidente libre parece haber “divisado” su sanguinaria y belicosa
existencia hace poco tiempo. Es hora de ponerle punto final, barajar y exportar
de nuevo.
Horacio
Calderón, uno de los analistas internacionales más confiables en materia de
conflictos en medio oriente, advirtió que la Libia post Khadafi repetirá experiencias
ya vividas en Afganistán e Irak: un país con un gobierno títere y con una
presencia inquietante en las calles: la guerrilla contrarrevolucionaria,
luchando para restaurar el viejo orden. El caudal de violencia y el número de
víctimas serán dantescos. Pero ese costo puede pagarse, inclusive, a largo
plazo. El costo que no se puede pagar más es el de los contratos de extracción
de crudo.
La mano
gigante de Khadafi; las estatuas colosales de Saddam; las mansiones faraónicas
de Noriega; los retratos monárquicos de Trujillo; los casinos monegascos de
Batista; todos, a su tiempo, fueron pisoteados por la furia de la rebelión
popular. Una furia derrocadora auspiciada y motorizada por los mismos que en su
momento instauraron esas tiranías. Los fabricantes de dictadores, esos que tienen
su casa central en Washington, ponen y sacan sus productos de acuerdo a una ley
que conocen muy bien: la ley del mercado.
*Informe mensual de la OPEP, febrero de 2011.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
25
de agosto de 2011.
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