En efecto, el gobierno nacional no
ensalza la figura de Perón como sí lo hace con la figura de Evita.
A Perón lo coloca en el panteón de los líderes populares redimidos
en la época, como Dorrego, Rosas, Güemes, Juana Azurduy, Yrigoyen,
Alfonsín, pero está en ese mismo estante. Un líder más, no EL
LÍDER, así con mayúsculas.
Por su parte, sectores abiertamente
anti-peronistas revalorizan la imagen de Perón, sobre todo en épocas
electorales. Mauricio Macri, líder del Pro, un partido que vendría
a reencarnar los viejos anhelos de una derecha conservadora
democrática y competitiva, a la manera del Partido Demócrata
Progresista de Lisandro de la Torre, inauguró hace pocos días una
estatua de Perón. Pero atención: una estatua del Perón del
regreso, del Perón del 73-74, el Perón “realista” para unos, y
el Perón de la “desilusión” para otros. El Perón de la “más
maravillosa música”. El Perón de los “imberbes y estúpidos.”
El Perón de traje y corbata. El Perón de la burocracia.
Y fue el propio Perón el que alimentó
en vida esta pluralidad conceptual. El Perón conciliador del '45,
del “de casa al trabajo y del trabajo a casa”, no es el Perón
enfurecido del '55, del “por cada uno de los nuestros caerán cinco
de ellos”. El Perón exiliado de “la violencia del pueblo no es
violencia, sino justicia”, no es el Perón aburguesado del discurso
de “los imberbes y estúpidos”. El Perón de Evita no es el Perón
de Isabel.
Gabriel Prósperi. Periodista
17 de octubre de 2015.
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