jueves, 29 de enero de 2015

LA VERDAD DEL CASO NISMAN




            Cristina reclama la Verdad. La oposición reclama la Verdad. La “gente” reclama la Verdad. La Justicia va en busca de la Verdad. Ahora, tal Verdad, ¿es lo mismo que lo que realmente sucedió?
                Había una vez un barco de bandera norteamericana llamado “Maine”. El 15 de febrero de 1898 explotó cuando estaba atracado en el puerto de La Habana. Murieron 250 y pico de personas. Eran tiempos en que Cuba aún estaba bajo dominio colonial español, y los cubanos peleaban por su independencia. Al otro día de la explosión, los diarios más vendidos y más sensacionalistas de los Estados Unidos titularon que los españoles habían atentado contra el “Maine”. Esos diarios eran de William Randolph Hearst, padre de la denominada “prensa amarilla”. A los pocos días, una intervención militar norteamericana echaba a los tiros a los españoles de la Isla. Y la Isla pasó a ser un protectorado norteamericano (como dolorosamente lo había advertido José Martí). El atentado español al “Maine” fue la excusa perfecta para la invasión. Ahora, ¿había sido un atentado español? Hoy, más de un siglo después, las pruebas y peritajes siguen sin confirmar cómo explotó el “Maine”. Hoy la conclusión más aceptada es que fue un accidente mecánico. Es decir, la Verdad construida, impuesta y aceptada no había sido lo que había ocurrido realmente. Y sin embargo, fue la Verdad.
            ¿Qué ocurrió con Nisman? ¿Suicidio o asesinato? ¿Era cierta su denuncia? ¿Era una operación política? ¿Una operación tan grande como para incluir la mismísima muerte del denunciante?
            La investigación de la muerte del fiscal arribará a un resultado. Tal resultado estará fundamentado en pruebas. Esas pruebas determinarán un veredicto. Tal veredicto conducirá a la Verdad. ¿Será lo que realmente haya sucedido? Nunca lo sabremos. En definitiva, lo más importante será arribar a la Verdad. Porque la Verdad es poder.
            La denuncia y muerte de Nisman, en términos políticos e históricos, son hechos fundamentales. Pueden ser el empujón final hacia el abismo de los tiempos para el kirchnerismo. El kirchnerismo lo sabe. Sus enemigos lo saben. Si el gobierno estuvo detrás de un crimen, será una Verdad lapidaria. Si fue una operación político-mafiosa, será una Verdad que confirmará que este gobierno siempre tuvo enemigos muy poderosos que finalmente llegaron a un lugar de maquiavelismo insospechado. Hoy casi nadie cree que el fiscal se haya disparado por su propia decisión. Pero si finalmente esa fuera la Verdad, sería una Verdad estirada para un lado o para otro, como en el juego de la soga. Ganará el mejor y más fuerte relato.
            Moraleja: la denuncia y muerte de Nisman vienen a demostrar la verdadera cara del poder. La lucha por el poder es la lucha por la imposición del sentido. Cuál es la Verdad ante un hecho tan determinante como este define la partida. La Justicia, pero sobre todo los medios masivos de comunicación, juegan sus fichas a favor de unos y otros. O a favor propio. El amasado de la opinión pública en el proceso de búsqueda de la Verdad va formateando a su vez esa Verdad. William Randolph Hearst ya dio cátedra de amarillismo y política. Habrá que ver qué tipo de “explosión del Maine” es el caso Nisman. Habrá que ver cuál será la Verdad. O mejor, qué Verdad triunfará.

Gabriel Prósperi. Periodista.

                                                           29 de enero de 2015.

viernes, 9 de enero de 2015

EL TERRORISMO, DE PICASSO A CHARLIE HEBDO


                Eric Hosbawm fue seguramente el intelectual marxista británico más leído de la historia. (Y él escribía la Historia). En uno de sus textos sentenció que hasta el mismísimo Engels se hubiera caído de espaldas si hubiera vivido en el siglo XX para ver el nivel de barbarie al que había llegado la humanidad. En el siglo XIX – el siglo de Engels, Marx, Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, Comte – los conflictos eran, por decirlo así nomás, “civilizados”. Jamás se hubiera imaginado -ni aceptado - un ataque contra la sociedad civil. Hasta la Primera Guerra Mundial inclusive, los enfrentamientos geopolíticos se dilucidaban ejército contra ejército. Se discernían en campos de batalla, no en “ciudades” de batalla. Si necesitamos un mojón del terrorismo como hoy lo entendemos, podríamos pensar en Guernica. De allí en más, se sumaron los bombardeos indiscriminados, los bombardeos atómicos, los secuestros masivos, las deportaciones, las torturas, las desapariciones, los asesinatos en masa y ya no quiero poner más comas.
                La masacre de Charlie Hebdo fue el emergente de una nueva fase del terrorismo inaugurada, quizás, con las Torres Gemelas. Este 7 de enero, un puñado de fundamentalistas plantó la bandera del pánico en París, alma y corazón del idílico Occidente. Aquel 11-S, otro grupo lo hizo en Nueva York, cerebro y caja de Occidente. El mensaje en ambos casos fue: “No actuamos donde podemos, sino donde queremos”. 
En París, las caricaturas funcionaron como excusa ocasional. El objetivo inmediato fue matar a los dibujantes que habían ofendido al Islam. El objetivo ulterior y supremo fue mostrar que podían llegar hasta debajo de la cama de quien sea. El efecto, paralizar de miedo a la sociedad civil; una sociedad civil que en un primer momento repudiaría a los asesinos, pero luego, también, repudiaría e interpelaría a un Estado (“Su” Estado) que no los protege… ¿Qué no los puede proteger? Jaque a la Liberté, égalité, fraternité. 
                El video del policía ultimado de un balazo en el suelo, indefenso, aceleró los tiempos. El gobierno francés salió a tranquilizar a su pueblo con presuntos culpables entregados o identificados. ¿Fueron ellos? Quién lo sabe. Quién lo sabrá. Los medios replicarán y la Justicia fallará. Para el gobierno de un país central, como Francia, la debilidad política y la incertidumbre social son sus peores enemigas. Los norteamericanos, expertos de la muerte, crearon antídotos más certeros y expeditivos: George W. Bush fue y bombardeó a medio Medio Oriente. Obama, Premio Nobel de la Paz, no le esquiva al bulto. ¿Cuántas Guernicas fueron ya? ¿Cuántas Guernicas más serán? ¿Cuántos Picasso necesitamos? ¿Cuántos Charlie Hebdo faltan?

Gabriel Prósperi. Periodista.
8 de enero de 2015.