domingo, 22 de marzo de 2015

LO QUE VIENE, LO QUE VIENE...


Paralelismos. Ramal que para, ramal que cierra. Pabellón que para, pabellón que cierra. Estos últimos días, por mi trabajo, estuve en dos hospitales estatales; uno, porteño; el otro, provincial. En los dos hay pabellones enteros cerrados, abandonados, derruidos. Tejidos muertos que amenazan invadir lo que queda en pie de esos edificios, como la gangrena avanzando sobre el cuerpo enfermo. Ambos hospitales alguna vez fueron modelos de la salud pública. Hoy son modelos del modelo  privatista que bombardeó los espacios de acción estatal durante más de tres décadas.
Promesas. Las autoridades políticas dicen que reactivarán esos pabellones muertos. Una respuesta apurada por la evidencia televisada pero, mucho más, por la interpelación ciudadana. En los últimos años, para la opinión pública, el otrora maldito Estado ya no es tan maldito. Lo evidencia el hecho de que confesos admiradores de la iniciativa privada, devenidos en candidatos, han jurado y perjurado que mantendrán con vida espacios recuperados y reocupados por la acción estatal en caso de ganar una elección. Responden al discurso social dominante y victorioso de la recuperación de la gestión pública. Pero cuidado: en la genética de esos mismos candidatos anida el otro discurso. El que no se rinde. El que se entusiasma. El que finalmente, podría condenar a aquellos pabellones a seguir bien cerrados.
Confesiones. Un empresario-candidato dijo hace unos días que había miles de ñoquis en la administRación pública. Abrazando la adulada “tolerancia cero” del benemérito Giuliani, lanzó su propio slogan: “ñoquis cero”. Y sin ponerse colorado, sugirió: “el que no trabajaba, no debe cobrar”. Productividad al palo. Oratoria que busca enamorar oídos mesocráticos cansados de “para todos y todas”. Pregunto, ¿y si en lugar de que no cobren, los hacemos trabajar? No. Que ruja el escarmiento. Es la idea madre del Estado como empresa, como fábrica, como estancia. Esos jefes-candidatos saben de qué se trata. Son los arietes de aquella genética patronal que espera agazapada su chance de gobernar.
Naturalezas. Estas elecciones definirán un nuevo presidente, pero lo más importante es que abrirán un nuevo ring: el de la pelea por el paradigma discursivo de la sociedad. El eje, otra vez, como en tantas otras esquinas de la historia argentina, será el Estado. ¿Cuál debe ser su rol en nuestra sociedad? ¿Cómo y cuánto debe operar en la economía? Hoy la acción estatal se volvió a meter en lugares que durante mucho tiempo parecían patrimonio inalienable y “natural” del sector privado. Recalco “natural”. Porque hoy pareciera que es “natural” que el Estado los tenga bajo su poder. Esa “naturalidad” es, justamente, el triunfo de tal o cual paradigma discursivo social. Hoy es “natural” que YPF sea controlada por el Estado. Hace apenas una década era “natural” que la manejen privados. Y más aún, privados extranjeros. Hoy es “natural” que el Estado controle líneas aéreas, trenes y autopistas. Hace unos años, era “natural” que sean posesiones del capital vernáculo o foráneo. Hoy es “natural” prender la tele y ver un partido sin codificar. Hace muy poco era “natural” esperar al domingo a la noche para ver los goles. Mirando hacia el 10 de diciembre, y pensando en esa lucha de paradigmas, lo que viene, lo que viene, ¿será Fútbol de Primera?

Gabriel Prósperi. Periodista.
21 de marzo de 2015.

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