viernes, 12 de abril de 2013

¿ESTADO DE CATASTROFE O CATASTROFE DE ESTADO?


           
           Cristina Kirchner pisó Tolosa el día después de la inundación. El barrio donde nació tuvo agua hasta los picaportes de las puertas. ¿Fue por nostalgia lastimera? No. Fue para mostrar en cuerpo presente que el Estado iba a estar… ¿Y estuvo? Para los kirchneristas sí. Para los anti-kirchneristas, no. O por lo menos, estuvo mal.
            Las críticas más numerosas se basaron en la presencia “insuficiente” del Estado: “no llega la ayuda a tal lado”; “falló la logística en tal otro”; “aparecen ahora cuando el desastre ya se consumó y no invirtieron para prevenir”. Los medios opositores al gobierno destacaron los abucheos. Por supuesto en primer término a Cristina Kirchner y a su cuñada, Alicia, y muy luego, al gobernador Daniel Scioli. Funcionarios, cara a cara con la gente. Para Clarín o La Nación no fue una acción natural y necesaria: fue una desfachatada intentona de poner el pecho en un año electoral… que les salió muy mal.
            Aquellos que en los medios piden más Estado en el desastre, son los mismos que piden menos Estado en la vida cotidiana. A saber: menos retenciones, menos impuestos a la propiedad, menos cuarta categoría, menos intervención en los mercados internos y externos. ¿Cómo puede el Estado reaccionar a tiempo si no se financia? ¿Qué está primero el huevo o la gallina? El planteo suena a los roaring ‘90’s: el Estado será sólo educación, salud y seguridad… Pero sin un mango. Estado flaco, vacío y endeudado a la fuerza, ergo, el no-Estado. ¿Quién gana? Los que tienen los medios para salvarse a sí mismos: esos que no quieren pagar retenciones, ni impuestos, ni que venga ningún Moreno a escorchar. Librecambio para todos… Y el resto, que se ahogue.
            ¿Es La Cámpora el Estado? No. Pero se la presenta como parte de tal. Entonces falla, aparenta, se entromete, molesta, acapara, se enfrenta, ¿roba?... La novela de las pecheras quedará anclada en la anécdota intrascendente. Pero en tiempos de urgencia y catástrofe sirvió como agente demonizador. Qué mejor enemigo del gobierno que aquel que está necesitado y se siente usado, olvidado, abandonado. La política disfrazada de periodismo pretendiendo desenmascarar a la política disfrazada de caridad.
            Finalmente, el único valor destacado en la tragedia estuvo en la auténtica solidaridad de la gente. La gente sola, desamparada. La solidaridad de la gente es esfuerzo. La solidaridad del Estado no es solidaridad: es obligación. Las cámaras apuntando a un funcionario en un centro de evacuados o en un barrio inundado es demagogia. Las cámaras apuntando a un ciudadano en un centro de evacuados o en un barrio es la demostración más cabal del “ser argentino”. ¿No hay demagogia mediática en destacar sólo la solidaridad de la gente? ¿No será que la ayuda del pueblo más la acción del Estado lograron mejores resultados que una y otra separadas, cada una por su lado?
            “Es la economía, estúpido”, rezaba el slogan que hizo ganar impensadamente a Bill Clinton la presidencia de los Estados Unidos, en 1992. ¿Aquí qué sería? ¿La solidaridad? ¿Las pecheras? ¿Los abucheos? Puede ser cualquiera. Lo cierto es que, cuando bajó el agua, quedó el barro más sucio y apestoso: el de la utilización política de la tragedia. El estado de catástrofe presentado como la catástrofe del Estado.

                                                                       Gabriel Prósperi. Periodista.
                                                                       12 de abril de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario