domingo, 8 de mayo de 2016

KIRCHNERISMO Y MACRISMO EN EL CICLO DEL AGUA ARGENTINO

   Hay una idea hegemónica que cunde del Facebook a los paneles de los programas de TV: demostrarle a aquel que creyó en el kircherismo que en realidad todo lo que avaló y aplaudió resultó ser una gran mascarada para ocultar el verdadero fin del kirchnerismo: afanarse toda la guita posible. La contraidea es demostrarles a todos los que no creyeron en el kirchnerismo que tenían razón. El tema es que estos últimos decidieron ahora apoyar a un gobierno conservador.
   El conservadorismo político en la Argentina siempre fue bien acompañado por su hermanito menor: el liberalismo económico. Ranking histórico: gobierno oligárquico de la generación del '80; década infame; revolución libertadora; última dictadura militar; menemato, y ahora, macrismo. En términos historiográficos clásicos, podríamos decir que el único experimento conservador “exitoso” fue el de la generación del '80. Claro, con una salvedad: Roca y sus coetáneos sentaron las bases de lo que sería para siempre la “normalidad” de este país lejano y estepario llamado Argentina. Lo hicieron “ingresar” al mundo en una situación de sometimiento a los designios de lo que se llamó “la división internacional del trabajo”. Nosotros, vacas, ovejas y cereales. Ellos, los países civilizados, bienes manufacturados y servicios. El capitalismo argentino nació con olor a bosta.
   Todo gobierno que pusiera en cuestión aquella “normalidad” fue tildado de “populista”. Ránking histórico: yrigoyenismo; primer peronismo, gobierno de Illia, parte del alfonsinato, y los 12 años de néstor-cristinismo. El desarrollismo sedujo primero a la casta dominante, pero luego terminó en el arcón de los ensayos denostados por el patriciado vernáculo. En los argumentos de los analistas periodísticos hegemónicos de cada época, los populismos fueron siempre inútiles, estériles y sobre todo, mentirosos. Trampas históricas. El yrigoyenismo no sirvió para responder a la crisis de los tempranos 30's. El primer peronismo fue una enorme farsa que atentó contra las buenas costumbres y el verdadero ser argentino. Illia fue, a la vista del siempre servicial Mariano Grondona, “una tortuga”. Alfonsín no entendió nunca hacia dónde iba el mundo, con la restauración neo-conservadora de Reagan y Thatcher a la cabeza. El kircherismo viene a ser el resumen de estos males, con la suma del más artero de todos: la corrupción.
   La historia demostró que para que haya un retorno a la “normalidad”, una restauración conservadora-liberal, tuvo que haber siempre un estrepitoso fracaso populista previo. Imponer el doloroso retorno al camino de la verdad del ser argentino necesitó primigeniamente del argumento de “la pesada herencia”. El gobierno de Cristina Fernández no terminó envuelto en bombardeos, planteos militares, gases lacrimógenos o saqueos. La historia oficial, la que escriben los que ganan, dirá que terminó en la más ignominiosa sospecha de choreo nacional jamás vista. Un choreo escandaloso y nocivo para todos... y todas. Ñoquis, Cámporas, Lázaros, Máximos, Milagros. Si esta no es una pesada herencia, las pesadas herencias dónde están.
   “Ahora tiro yo porque me toca, en este tiempo de plumaje blanco”, cantó el Indio Solari alguna vez. Y canta hoy el grupo dominante enbanderado en el cambio macrista. Los no-ladrones del gobierno no roban, claro. Pero quitan. Quita 1: retenciones. Quita 2: subsidios. Quita 3: puestos de trabajo. Quita 4: salarios. Quita 5: acceso gratuito a bienes culturales. Y siguen las quitas. “Ensayo general para la farsa actual, teatro antidisturbios”. ¿Dónde subyace la esperanza renovada de la ceocracia pro para pensar que ahora sí se cumplirá el designio de grandeza tantas veces postergado?
   La historia política argentina se asemeja al ciclo del agua: llueven fracasos populistas, se nutren las raíces liberal-conservadoras, se evaporan las promesas liberal-conservadoras, se condensan las políticas liberal-conservadoras y vuelven a llover fracasos liberal-conservadores, que a su vez nutren las raíces populistas, y así sucesivamente. ¿En qué estadío de ese ciclo estamos? Disculpen: prefiero dejar en sus manos la conclusión.

                                                                Gabriel Prósperi. Periodista.

                                                               
8 de mayo de 2016.

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