Los buitres
esperan, complacidos. Hay más carroña a la vista. El cuerpo, aún vivo, se
sacude y grita. Pero los matadores afilan el estoque. Eso sí: ya no usan
delantal; usan toga.
El poder
judicial estadounidense es la garantía última del sistema. La orden de los templarios
del American way of life. Desde el
presidente hasta el último inmigrante lo saben y lo aceptan. Guay de aquel que
ose pasarse de la raya. Y si no puede transgredir ese límite ni el propio
presidente del país más poderoso de la Tierra, cuánto margen le quedará a los
de afuera, a los del más allá… A los bárbaros. La Argentina lo está
comprobando. La pelea con los “fondos buitre” o con los – perdonen la elegancia
– holdouts, llegó a donde los buitres querían: primera instancia, a su favor.
Cámara de apelaciones, a su favor. ¿Corte Suprema…?
Especulaciones:
si la Corte Suprema norteamericana toma el caso, pueden pasar meses para la
definición. Si la Corte lo rechaza, el fallo de la Cámara queda firme
inmediatamente. Entonces, Argentina tiene que pagar. Pagar o… (Del Capitán
América para abajo, pueden mandar a cualquiera). La vía judicial parece una vía
muerta. Queda la vía política. Si el gobierno de Obama es condescendiente con
el planteo jurídico de la Argentina, e intercede lobbísticamente ante la Corte,
es probable que haya más chances de que la Corte tome el caso. Subrayo TOME, no
que FALLE a favor de nuestro país. Eso es harina de otro costal; hasta allí
llegará la influencia de la Casa Blanca. Poncio Pilatos no vio delito en Jesús
pero se lo entregó con plato y cubiertos al poder rabínico local.
Cristina
tomó la posta. Mandó al Congreso un proyecto para reabrir el canje. A priori,
todo indicaría que los acreedores rebeldes se mofarán del convite. Al fin y al cabo,
en la justicia de casita todo marcha como debe. La jugada de Cristina podría
leerse en dos sentidos: hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, es un
repliegue a instancias más conciliadoras con la oposición, en presencia de un
escenario económico que, en el mediano plazo, puede perjudicar a todos
(ganadores y perdedores en las urnas). Hacia afuera, pretende ser una señal de
fortaleza política: mostrar que en Argentina hay un aval institucional fuerte y
(casi) ecuménico al canje de deuda y que la iniciativa política sigue estando
del lado del gobierno, con proyectos pergeñados en Olivos y luego lanzados al
ruedo de la discusión democrático-parlamentaria. Esto último, para los
norteamericanos, padres y señores de la democracia moderna occidental, es un
dato muy sensible a su simbología imperial. En definitiva, Argentina muestra
que no es Venezuela ni Cuba: desde un lugar de sometimiento, acepta las reglas
del juego creadas e impuestas a su orbe por los propios sometedores. Eso sí: juega
su última carta… Capote o game over.
Los buitres
tienen hambre. Ya divisan su banquete sangrante. El último eslabón de la cadena
alimentaria-financiera parece garantizado: cuando los buitres carroñean en la
tierra, desde las alturas, el águila los custodia… Como siempre.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
26
de agosto de 2013.
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