Scioli, con Joaquín Morales Solá. Moyano, con Nelson Castro.
Macri, con… Bueno, Macri con ellos y con Bonelli y con Edgardo Alfano y con Van
der Koy y con Blanck y con varios más. Uno a uno, los candidateros
autocandidateados pasaron por los estudios de TN y dejaron sus pañuelitos
perfumados a las espadas discursivas del multimedios. Los tres, a su manera,
tienen bien clara una cosa: sin Clarín, no llegan al 2015 y por eso iniciaron
una abierta campaña de seducción para que el “gigante amapolas” de Magnetto los
adopte como el novio electoral para derrotar al kirchnerismo.
Scioli
atacó primero. En medio de la guerra sin piedad entre el multimedios y
Cristina, que tiene como blanco predilecto a Amado Boudou, el gobernador bonaerense
apareció sentado a la mesa de Don Joaquín, un lunes caluroso de enero, hablando
de las bondades del “diálogo” y de su fidelidad a un estilo conciliador y
pacifista. Scioli desplegó su inocuo discurso destinado a enmascarar un juego a
dos puntas: por un lado dice apoyar el proyecto K desde siempre, “aún en los
momentos más difíciles”. Pero por otro, no duda en acercarse sonrientemente a
los sectores que son enemigos declarados de tal proyecto: corporaciones del
campo, Clarín… hasta Cobos. Su actitud se refleja en el color elegido para representar
su proyecto: el naranja; ni rojo revolución ni amarillo papal. Un “no-se-qué”
que, de llegar al poder, deberá devolver favores rápidamente a sus
“socios-trampolines”. ¿Cuánto de lo construido por el proyecto K que dice
apoyar quedará pisoteado bajo las botas embarradas de los revanchistas
miserables del eterno retorno?
Si hay algo que emparenta a Scioli
con Macri es su visión de la construcción política. Ambos estructuran el poder
bajo los parámetros estratégicos de los ’90; es decir, reconocen la existencia
de un poder fáctico superior al poder político y se acercan sin miramientos a
él. Subsumen la política al capital. Para Macri, la política no transforma más
que calles, micros o plazas. La política no está para transformar sino para
“confirmar”. En el discurso de Macri siempre hay un “volver a la normalidad”.
¿Cuál normalidad? La del establishment dominante e incuestionable; la del campo
siendo la rueda maestra del país; la de la Sociedad Rural y las megaempresas
transnacionales; la del capital financiero controlando la economía tuya, mía y
de él. Macri es el niño mimado de la política títere. En estos días insistió
con que el Fútbol para todos es una aberración y que hay que devolverlo al
sector privado. ¿Se lo está diciendo a tipos como yo o como mi vecino que
podemos ver a Boca o a River sin pagar? No, se lo está diciendo a Clarín, de
frente, y con ello lo está invitando: “subite al micro amarillo del PRO y
volverás a ser el monopolio incontrastable, omnipotente y controlador de
siempre. Volvé, Clarín, a la normalidad”. Una oferta casi imposible de rehusar…
Y por
último, Moyano, la esperanza mestiza. A esta altura, nadie duda de que la pelea
Moyano – kirchnerismo es política. Tampoco se puede dudar del poder de
convocatoria y movilización que aún sostiene el camionero. Pero el viejo Hugo
sabe que con eso no basta. Hay que mostrar los dientes en la calle, pero las
uñas en la tele. La semana pasada fue protagonista de la entrevista más cómoda
de su vida. Se la realizó Nelson Castro, en los estudios de TN. Castro – tal
vez junto al converso Lanata - es el periodista opositor con más seguidores
dentro de la clase media más recalcitrantemente anti-K. Sus editoriales
defenestraban a Moyano hace apenas dos años. Pero los tiempos cambiaron y las
circunstancias también. Si el fin justifica los medios, Moyano es un perfecto
medio para limar poder al kircherismo donde más fuerte es: en los sectores
populares. A su vez, a Moyano, le conviene un entendimiento con Castro porque
puede presentarse en sociedad ante quienes hace poco tiempo nomás lo veían como
un ser grotesco, violento y sobre todo, “demasiado peronista”. ¿Tendrá Hugo
espaldas para sostenerse como el principal contrincante del kirchnerismo bajo
la sombra y el amparo de Clarín y sus secuaces? Tal vez, como primera medida,
deba probar con cambiar la campera de cuero por el saco y la corbata.
¿Con quién
se quedará el novio multimediático? ¿Estará obligado a elegir o jugará su carta
maestra: convidarlos a los tres a unirse en un ménage a trois para derrotar juntos al odiado régimen que ya lleva
10 años? ¿Entonarán Scioli, Macri y Moyano una nueva marcha triunfal: la de los
“muchachos clarinistas”? Recuerden, pesimistas: la política es el arte de lo
posible.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
19
de febrero de 2013.
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