Escribo esto mientras los gases siguen flotando en la plaza
central de Asunción; mientras la gente corre y los policías pegan; mientras los
senadores derrocadores se preparan para ungir a un nuevo presidente en tiempo récord:
un presidente para el Guinness. Me pregunto que pensarán ante esto los
defensores a ultranza de la “institucionalidad” y de tanta perorata rancia de
la política bananera. Allí tienen la mejor demostración histórica jamás vista
en estas tierras americanas de un golpe orquestado, planificado y pergeñado
bajo “la más absoluta legalidad constitucional”.
A Fernando Lugo lo iban a hacer
caer. Esperaron la oportunidad de una masacre policial y provocaron un
magnicidio exprés. Pregunto: ¿esperaron la masacre o la generaron? ¿Cuántas
realidades son capaces de crear para concretar su plan? ¿Cuántos conflictos,
cuántas marchas, cuántos paros, cuántas represiones, cuántos cacerolazos,
cuántos juicios políticos? Los cipayos vendepatrias se mueven rápido,
escondidos bajo la superficie, como reptan las víboras. Hoy condenaron a
Paraguay al designio eterno de la sumisión corporativa. Pero su hermandad se
extiende allende las fronteras. Nuestras fronteras. Tal vez la “experiencia
Lugo” fue un campo de prueba. Quizás ahora redoblen la apuesta (¿no lo estarán
haciendo ya?). Hay otros presidentes y otros procesos transformadores que
molestan. Defecarán con gusto sobre la voluntad popular y trabajarán en la vía
“institucional” adecuada para proseguir con su obra. A ellos, los representantes
de la democracia golpista, fue dedicado el grito preferido en la angustiada
plaza asunceña de esta tarde: ¡Nde Aña memby!
Gabriel
Prósperi. Periodista
22
de junio de 2012.
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