Y ahora llega la batalla por la
imposición del sentido. La búsqueda de la victoria en el terreno de
los discursos. La verdad histórica. “Explíquese un poquitito
mejor...”. Ahí va, a ver... La presidenta saliente, en su último
discurso en la Plaza, habló de defender los derechos conquistados.
¿Qué derechos? Pongamos un ejemplo... (ustedes piensen el que
quieran, yo les tiro uno). “Todas las personas tienen derecho
a
una jubilación, hayan aportado o no durante su etapa vital activa”.
Hoy por hoy, sábado 12 de diciembre de 2015, eso pareciera ser
aceptado, no digo unánimemente, pero casi. Y ese casi puede pensar:
“espere, espere, espere... Yo trabajé toda la vida como un burro,
¡y hoy cobro lo mismo que alguien que a lo sumo fue ama de casa! No
puede ser”. Si ese razonamiento sencillo se potencia con elementos
de la teoría y la praxis de, digamos, el riñón más liberal del
agrupamiento que hoy tomó el poder, y a su vez, se divulga a través
de amplificadores mediáticos afines a esa corriente, pues entonces,
aquel derecho en
un corto plazo podría licuarse; podría no serlo más. ¿Me expliqué
más o menos? “Casi, ¿a ver, otro ejemplo...?”. Hummmm... Una
manifestación callejera, hoy, ¿podría ser reprimida inmediatamente
por las fuerzas de seguridad, amén de generar decenas de heridos?
Hacia el final de la gestión Berni vimos varias escenas inquietantes
de “fuerzas del orden” actuando con niveles ascendentes de
violencia. Sin embargo, no se comparaban aún con otras instancias
históricas sanguinarias – pensemos, si no, en la represión de
diciembre de 2001. Digamos que hoy el sentido común indica que
“antes del palo, se negocia”. Pero, si logra imponerse el
discurso muy difundido ya de que nadie tiene derecho
a cortar una ruta, no importa el reclamo que fuese, y que las fuerzas
de seguridad están para imponer el orden y defender los derechos
de todos (como
el de transitar libremente, por caso), entonces el palo vendría
antes del argumento. Una vez más, el derecho dejó de ser derecho; o
mejor aún, un derecho (el de transitar libremente) se impone a
sangre y fuego sobre otro (el de peticionar ante las autoridades).
Alguna
vez, en la Argentina, juzgar a los genocidas de la dictadura
representó un acto de justicia social y política con difícil
comparación en otro momento histórico. Alguna vez, en la Argentina,
indultar a los genocidas de la dictadura representó un acto de
hermanación y pacificación nacional con difícil comparación en
otro momento histórico. Lo que alguna vez fue discurso social
dominante, o sea “sentido común”, ya no lo fue después. Y así,
seguramente, ustedes podrán hurgar en su memoria en búsqueda de
casos similares.
La
verdad histórica es una construcción social. Podríamos hoy
escribir aquí que la plaza que convocó Cristina fue más numerosa
que la plaza que recibió al nuevo presidente. Que ese dato es
relevante en términos históricos porque nunca desde la ley Sáenz
Peña hasta aquí, un presidente le dejó el poder a otro de signo
político diametralmente opuesto con semejante nivel de aceptación.
Por primera vez un presidente no se iba con el rabo entre las patas.
Pero el día histórico fue
el posterior, y posiblemente hasta quede en los libros que el
presidente Macri bailó en el balcón de Perón y de Alfonsín. Ese
día, 10 de diciembre de 2015, le podría haber entregado al macrismo
su primera victoria en la batalla por la imposición del sentido:
Gilda había entrado en la historia.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
12
de diciembre de 2015.