La Avenida Monroe une los barrios
porteños de Belgrano, Coghlan y Villa Urquiza. Nace en la Avenida
Figueroa Alcorta y muere en la Avenida de los Constituyentes. La
Avenida Monroe no tiene nombre, pero fue bautizada así en honor al
quinto presidente de los Estados Unidos, James Monroe. En fin, este
presidente pasó a la historia por una frase: “América para los
americanos”. Con el tiempo, esa frase se transformó en doctrina:
la doctrina de un imperio.
Estados Unidos vuelve a pisar fuerte,
como un monstruo grande, sobre Sudamérica. La visita de Obama a la
Argentina, a pocos meses del final de su mandato, revela que no
estamos ante una decisión diplomática propia del gobierno demócrata
en curso, sino ante un nuevo giro estratégico geopolítico de
Washington: América, mejor dicho, “Sudamérica”, vuelve a ser
para los Americanos, mejor dicho, para los “Norteamericanos”.
A partir del 11 de septiembre de 2001,
y con los escombros aún humeantes de las Torres Gemelas, Estados
Unidos decidió retomar las riendas planetarias con una nueva
“política del garrote”. Esta vez no contra díscolos países
antillanos, como en el naciente siglo XX, sino contra las
organizaciones del terrorismo transanacional que anidaban, según la
CÍA, en Medio Oriente. Así, uno a uno, los autócratas asiáticos
que los mismos norteamericanos habían fomentado y financiado como
cortinas contra al avance soviético de antaño, ahora eran los
enemigos de la libertad. Esos autócratas no sólo cobijaban
terroristas sino que habían elevado los costos de comercialización
del petróleo. La “pacificación política” y el “control
comercial” medio-oriental le costaron más de una década a Estados
Unidos. ¿Está ya terminada su obra? ¿Qué pasa con el Estado
Islámico, Siria, el drama de los refugiados, la revancha terrorista
en París y Bruselas, y tantas otras consecuencias desatadas por
aquella nueva “política del garrote”? ¿Daños colaterales...?
Menos de 48 horas después del atentado brutal en Bélgica, Obama
bailaba tango en Buenos Aires.
El chavismo, el lulismo y el
kirchnerismo le dieron la espalda a Bush en Mar del Plata, con el no
al ALCA, en 2005. Aquel tridente encontró al imperio abocado a una
guerra mayor. Parecía triunfar por estas tierras una nueva doctrina:
Sudamérica para los sudamericanos. Estados Unidos se retiró de Mar
del Plata vencido, sí, pero no derrotado. Allá arriba volvieron a
mover las piezas, y como maestros ajedrecistas, reacomodaron el
tablero cuando sus tiempos así lo demandaron. Ya no les hizo falta
una “política del garrote”. El desgaste propio de regímenes
populares en su guerra interna con los poderes concentrados
vernáculos; la incapacidad para sostener económicamente, sin
injerencia externa, políticas expansivas e inclusivas; índices
inflacionarios que acrecentaron el malhumor de los sectores sociales
afines a esos regímenes; denuncias múltiples y constantes – con o
sin fundamentos – de corrupción por parte de los medios
concentrados; muertes de alto impacto social sin esclarecimiento
judicial inmediato; todo ello fue generando en estos países rebeldes
las condiciones para cambios de rumbo pacíficos, naturales,
democráticos.
Obama viajó a la Argentina del
post-kirchnerismo para felicitar a Macri, mientras se cumplían 40
años de la instauración de la dictadura más sanguinaria del
continente. Aquí, en Buenos Aires, el actual presidente de los
Estados Unidos demostró que sigue el camino instaurado por uno de
sus antecesores, un tal James Monroe; el mismo que tiene una avenida
en su honor entre los barrios porteños de Belgrano y Villa Urquiza.
Gabriel Prósperi. Periodista.
27 de marzo de 2016.