Foto 1: Dilma, Cristina, Mujica,
Maduro, Evo, Correa. Foto 2: Santos, Piñera, Ollanta, Peña Nieto. Dos
Latinoaméricas, dos proyectos. El choque ya llegó.
Esta semana, se celebró en Cali
la cuarta cumbre de la llamada Alianza del Pacífico. Fue la más importante de
todas. Colombia, México, Perú y Chile confluyeron y pactaron la adecuación de
políticas comerciales comunes. En castellano: liberalizar sus economías, romper
barreras aduaneras, suavizar fronteras. Un Mercosur anti-Mercosur. Aplauden la
CNN, El País de España, El Comercio de Perú, El Tiempo de Colombia, El Mercurio
de Chile. Aplauden los “mercados”. ¿Algo nuevo que nace o algo viejo que
retorna?
“La Alianza – publicó el diario
El País de España- apuesta por la estabilidad y una apertura conjunta completa
en la que se eliminan aranceles, restricciones a las inversiones y al movimiento
de personas. Mercosur no sólo no funciona, sino que además sus miembros se
cierran al comercio entre ellos y a terceros”. Queda claro: Mercosur es el
fracaso; la Alianza, el éxito. Mercosur es Estado entrometido en algo que no le
compete: la economía, y más aún, el comercio exterior. La Alianza viene a
garantizar el regreso a la “normalidad”: desaparición de aranceles, liberación
de fronteras, laissez faire, laissez
passer en estado puro.
“Es un cambio de paradigma”,
afirmó también en El País Luis de la Calle, ex subsecretario de Comercio
Exterior de México durante el mandato de Ernesto Zedillo, el presidente del
mítico “efecto tequila”. Y su expresión no es metafórica: es un deseo hecho
certeza. El paradigma latinoamericanista, bolivariano, progresista, popular (o
populista), estatista, mestizo que se impuso en nuestros países hace poco más
de 10 años muestra grietas. Hasta hace poco tiempo, gobiernos conservadores,
como los de Piñera o Santos, tenían que adherirse y hasta fomentar políticas
públicas contrarias a sus convicciones. Su presencia a regañadientes en cada
encuentro de la Unasur era un ejemplo de ello. ¿Qué cambió?
Sin dudas, el propio desgaste
interno de los gobiernos populares en curso es un dato insoslayable. El
ejercicio del poder, en constante puja con corporaciones mediáticas,
empresariales e institucionales, provoca un agotamiento casi natural. Procesos
revolucionarios más profundos, como la Nicaragua sandinista de principios de
los ’80, fue un caso testigo. Además, las coyunturas inflacionarias, como la
argentina o la venezolana, generan un hastío progresivo aún en aquellos
sectores que apoyan ideológicamente el proyecto político.
Pero tal vez, el hecho decisivo
en el agrietamiento del bloque populista sea la ausencia de Chávez. Con su
muerte, se fue el líder y el símbolo de este proceso pretencioso de
emancipación latinoamericana. Hoy, ese proceso es una idea sin rostro, y por lo
tanto, sin proyección. Maduro no podrá ser nunca Chávez; como no lo podrá ser
Evo Morales, desde la segunda economía más pobre de occidente; como no lo podrá
ser Correa, vecino apocado de los “aliancistas”; como no lo podrá ser Mujica,
por elección propia y por condicionamientos políticos, aún dentro del propio
Frente Amplio; como no lo podrá ser Cristina Kirchner, ya decidida a abandonar
el poder en 2015; como no lo podrá ser Dilma, ni Lula, ni ningún referente del
Brasil, por ser Brasil un proyecto político – económico en sí mismo. No es
casualidad que los cuatro del Pacífico hayan cerrado filas y se hayan mostrado
al mundo dos meses después de la muerte del comandante bolivariano.
La Alianza hoy es la concreción
de una ruptura con el macromodelo económico que, desde la llegada del chavismo,
viene dominando el subcontienente. Un macromodelo fundado en el quiebre de las
relaciones carnales con los centros del poder financiero trasnacional,
articulado con la reaparición en escena de Estados participantes en los aparatos
productivos nacionales. La ruptura con este macromodelo, sueñan muchos, seguirá
adelante sin pausa y sin tregua en el campo político. ¿Qué pasará cuando Europa
supere su crisis y redefina su estrategia comercial internacional? ¿A dónde
apuntará sus cañones? ¿Al Mercosur “estatizante” o a la Alianza
“librecambista”? ¿Y cuando Estados Unidos deje de mirar con angustia al Asia
islámica para volver su mirada a su “Patio de atrás”? ¿Cuán ahogados
estratégicamente quedarán los países que se mantengan en la tozuda idea de
nacionalizar y popularizar sus economías?
Sonrientes y maquillados, Santos,
Ollanta, Piñera y Peña Nieto reciben en sus rostros los flashes de las cámaras
de los multimedios más poderosos de habla hispana. Una caricia al alma del librecambio
y el antiestatismo. Una alquimia reciclada de conservadorismo político y
liberalismo económico. Una foto desde el pasado, hacia el futuro. La foto de
los otros.
Gabriel
Prósperi. Periodista.
24
de mayo de 2013.