domingo, 27 de marzo de 2016

OBAMA, POR LA AVENIDA MONROE


   La Avenida Monroe une los barrios porteños de Belgrano, Coghlan y Villa Urquiza. Nace en la Avenida Figueroa Alcorta y muere en la Avenida de los Constituyentes. La Avenida Monroe no tiene nombre, pero fue bautizada así en honor al quinto presidente de los Estados Unidos, James Monroe. En fin, este presidente pasó a la historia por una frase: “América para los americanos”. Con el tiempo, esa frase se transformó en doctrina: la doctrina de un imperio.
   Estados Unidos vuelve a pisar fuerte, como un monstruo grande, sobre Sudamérica. La visita de Obama a la Argentina, a pocos meses del final de su mandato, revela que no estamos ante una decisión diplomática propia del gobierno demócrata en curso, sino ante un nuevo giro estratégico geopolítico de Washington: América, mejor dicho, “Sudamérica”, vuelve a ser para los Americanos, mejor dicho, para los “Norteamericanos”.
   A partir del 11 de septiembre de 2001, y con los escombros aún humeantes de las Torres Gemelas, Estados Unidos decidió retomar las riendas planetarias con una nueva “política del garrote”. Esta vez no contra díscolos países antillanos, como en el naciente siglo XX, sino contra las organizaciones del terrorismo transanacional que anidaban, según la CÍA, en Medio Oriente. Así, uno a uno, los autócratas asiáticos que los mismos norteamericanos habían fomentado y financiado como cortinas contra al avance soviético de antaño, ahora eran los enemigos de la libertad. Esos autócratas no sólo cobijaban terroristas sino que habían elevado los costos de comercialización del petróleo. La “pacificación política” y el “control comercial” medio-oriental le costaron más de una década a Estados Unidos. ¿Está ya terminada su obra? ¿Qué pasa con el Estado Islámico, Siria, el drama de los refugiados, la revancha terrorista en París y Bruselas, y tantas otras consecuencias desatadas por aquella nueva “política del garrote”? ¿Daños colaterales...? Menos de 48 horas después del atentado brutal en Bélgica, Obama bailaba tango en Buenos Aires.
   El chavismo, el lulismo y el kirchnerismo le dieron la espalda a Bush en Mar del Plata, con el no al ALCA, en 2005. Aquel tridente encontró al imperio abocado a una guerra mayor. Parecía triunfar por estas tierras una nueva doctrina: Sudamérica para los sudamericanos. Estados Unidos se retiró de Mar del Plata vencido, sí, pero no derrotado. Allá arriba volvieron a mover las piezas, y como maestros ajedrecistas, reacomodaron el tablero cuando sus tiempos así lo demandaron. Ya no les hizo falta una “política del garrote”. El desgaste propio de regímenes populares en su guerra interna con los poderes concentrados vernáculos; la incapacidad para sostener económicamente, sin injerencia externa, políticas expansivas e inclusivas; índices inflacionarios que acrecentaron el malhumor de los sectores sociales afines a esos regímenes; denuncias múltiples y constantes – con o sin fundamentos – de corrupción por parte de los medios concentrados; muertes de alto impacto social sin esclarecimiento judicial inmediato; todo ello fue generando en estos países rebeldes las condiciones para cambios de rumbo pacíficos, naturales, democráticos.
   Obama viajó a la Argentina del post-kirchnerismo para felicitar a Macri, mientras se cumplían 40 años de la instauración de la dictadura más sanguinaria del continente. Aquí, en Buenos Aires, el actual presidente de los Estados Unidos demostró que sigue el camino instaurado por uno de sus antecesores, un tal James Monroe; el mismo que tiene una avenida en su honor entre los barrios porteños de Belgrano y Villa Urquiza.

                                                                     Gabriel Prósperi. Periodista.

                                                                     27 de marzo de 2016.