viernes, 9 de mayo de 2014

LA VIOLENCIA ES UNA ENFERMEDAD QUE TIENE CURAS


“Enferma de violencia”, leo en los titulares. Y me detengo en el primero de los conceptos: enferma. Entonces, si hay una sociedad enferma, también hay una sociedad “sana”. Me pregunto y le pregunto a la Iglesia: ¿hay una sociedad “sana”…?
La dicotomía sanidad/ enfermedad, en términos de análisis sociológico, tiene su historia. Allá por el siglo XIX nacía una ciencia destinada a analizar lo que hasta ese momento no había hecho falta analizar: las sociedades en los países centrales de occidente. A dicha ciencia se la llamó sociología. Como contraparte, nacía también la antropología/etnografía, enfocada en el estudio de las sociedades “primitivas”, que eran todas aquellas sociedades que no correspondían a los países centrales. Tradicionalmente, se le concede a Augusto Comte el mote de “padre” de la sociología. En su visión, la sociedad se comportaba como un organismo vivo, donde cada elemento obraba en función del accionar positivo del todo. Si algún elemento no funcionaba, ese organismo, esa sociedad, estaba “enferma”. El concepto de anomia, desarrollado años después por Emile Durkheim, surgió para explicar todo aquello que distorsionara el “normal” devenir de una sociedad determinada. En fin, la matriz conceptual de la sociología comtiana, el “positivismo”, sirvió para justificar el ascenso del conservadorismo, soporte político de la fase imperial del capitalismo occidental moderno.
Sin embargo, a la par del auge del positivismo, surgiría otra matriz de pensamiento filosófico para analizar las sociedades modernas occidentales: el marxismo. En la visión de Karl Marx, la sociedad no era armónica sino conflictiva por naturaleza. El capitalismo había engendrado dos grupos sociales protagónicos y antagónicos: la burguesía y el proletariado. La puja por el ingreso desatada entre ambos actores generaría la “lucha de clases”, concepto básico para el entendimiento de las relaciones humanas en las sociedades capitalistas de occidente. Marx desarrolló su obra tomando como fundamento el pensamiento de un compatriota, Georg Friedrich Hegel. El materialismo histórico marxista se sustentó en una idea hegeliana que daría vida a toda su obra: “la revolución es el motor de la Historia”. ¿Hay revolución sin violencia? Tal vez Gandhi podría considerarse como la excepción que confirma la regla.
Desde ya, la Iglesia argentina no tiene nada que ver con el marxismo. Los obispos que la componen siguen entendiendo la sociedad en términos decimonónicos/positivistas: hay cosas normales y “anormales”. Hay salud y enfermedad. Así como la corrupción es un “cáncer”, la violencia, con la careta de la inseguridad, es anomia. Queda claro que, para los sacerdotes que firmaron ese documento “histórico“, el capitalismo no engendra “naturalmente” la violencia.
Leyendo el documento a lo largo y a lo ancho, se observan sólo frases hechas y obvias extraídas de los medios masivos o de la cotidianidad de dos vecinos charlando en la vereda. Ejemplos:
* “Muchos viven con miedo al entrar o salir de casa, o temen dejarla sola, o están intranquilos esperando el regreso de los hijos de estudiar o  trabajar. Los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad”.
* “No se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales”.
* “Desviar dineros que deberían destinarse al bien del pueblo provoca ineficiencia en  servicios elementales de salud, educación, transporte”.
* “La lentitud de la Justicia deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia”.
* “El sistema carcelario debe cumplir su función sin violar los derechos fundamentales de todos los presos”.
* “Urge en la Argentina recuperar el compromiso con la  verdad, en todas sus  dimensiones”.
Me pregunto, ¿qué valor tiene un documento tan vacío de contenido; tan obvio y tan trillado? ¿Para qué sirve detenerse en una ristra de frases que engorda eso que llamamos “sentido común”? Y me animo a responderme: para denotar que la Iglesia Católica no escapa a la matriz que domina hoy el juego político en la Argentina: la del marketing, la cáscara, la fachada, el maquillaje, la demagogia.
Se cumplen por estos días 40 años del asesinato del padre Carlos Mugica. La violencia de la Triple A le arrebató la vida a balazos luego de dar misa. Voy a buscar qué dijo por aquellos días la Conferencia Episcopal sobre la violencia y las enfermedades sociales.

Gabriel Prósperi. Periodista.
10 de mayo de 2014.