jueves, 27 de febrero de 2014

EL “AXELAZO”



Nos encantan los “azos”. Los hay deportivos: golazos; los hay tinellizados: gomazos; los hay históricos: Cordobazo; los hay políticos: cacerolazos. Y por supuesto, los hay económicos: Rodrigazo. A propósito, en las últimas semanas se escucharon eruditas voces, como las de Roberto Lavagna, Domingo Cavallo, Jorge Altamira y Eduardo Curia - variopintas, por cierto- hablando de reedición del plan de ajuste copyright de Don Celestino Rodrigo, ministro de economía de Estela Martínez de Perón en 1975. Ahora, ¿estamos en las puertas de un Rodrigazo?
El original Rodrigazo consistió en una devaluación virulenta de más del 170 por ciento. El feroz tarascón al bolsillo obrero se vio sazonado con un jugoso aumento de tarifas, naftas y transporte público, que fluctuó entre el 40 y el 170 por ciento de acuerdo al rubro. En pocas semanas, la participación de los trabajadores en el Ingreso bajó del 48,5 al 45 por ciento. Es decir, Don Celestino promovió una opípara transferencia de ingresos desde los sectores populares al capital más concentrado. La frutilla del postre vendría un año después, de la mano de un fiel integrante de la casta oligárquica vernácula, José Alfredo Martínez de Hoz, bisnieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina. Con su célebre “liberación de las fuerzas productivas”, la participación obrera en el Ingreso Nacional bajó al 30,4 % a fines de 1976*.
Celestino Rodrigo tomó, además, una medida decididamente antiperonista: desarticuló las paritarias renacidas a la luz del Pacto Social - firmado dos años antes por la CGE de Gelbard**, la CGT y la UIA - que servían de control en la ecuación precios-salarios. La respuesta fue histórica: el primer paro de la CGT contra un gobierno peronista.
Entonces, 39 años después, ¿volvemos al Rodrigazo? ¿Se puede hablar de “Axelazo”? En primer lugar, la devaluación de enero fue del 25%, no del 170. Por supuesto, representa un claro retroceso en la participación obrera en el Ingreso y una transferencia de capital hacia los grupos concentrados de la economía. Pero la discusión salarial está abierta. Aunque el gobierno pretende meterle plomadas a las demandas sindicales, el juego paritario está en marcha y los gremios más pesados (o más “gordos”, como ustedes quieran) pondrán pisos y techos. El conflicto docente en boga parece ser el puntapié inicial del partido.
La desvalorización del Peso, hoy, con la devaluación fresca, tiende sólo a mitigarse con medidas de corto alcance, como los Precios Cuidados. Hay indicadores que hablan de una caída en las ventas de los súper e hipermercados. Pero debemos tener en cuenta que venimos de los meses de vacaciones, donde estos índices decrecientes son normales. En líneas generales, no aparenta haber una baja extraordinaria en los niveles de consumo, más allá de la elevación de las tasas de interés, que a mediano plazo debería atraer una desaceleración de la actividad económica (la palabra preferida de la ortodoxia economicista es “enfriamiento”).
El peligro latente, ante esta situación, está en la tasa de desempleo. La presidenta de la Nación se apuró a dar números alentadores: poco más de 6% de desocupación en el último trimestre, una cifra utópica hace 10 años nada más. Eso sí, con trabajo precario todavía muy elevado (30% del parque obrero general). En tiempos del Rodrigazo, la desocupación apenas sobrepasaba el 2 %. Pero 5 años después, en 1980, subió al 6 %: se triplicó. Fue el precio de la desindustrialización, la apertura económica indiscriminada, el endeudamiento desaforado y la desarticulación del Estado que culminó en el banquete neoliberal del menemato-delaruato.
Maquillaje o no, la devaluación de enero de 2014 fue acompañada de anuncios anti-ajuste como el plan Progresar y aumentos en jubilaciones y asignaciones sociales. El gobierno nacional parece aventar la posibilidad de achicar el Gasto Público y suavizar la emisión monetaria. El diagnóstico en el Palacio de Hacienda, al menos de la boca para afuera, es que la inflación es obra y gracia de los formadores de precios. Hoy, los grandes supermercados y los fantasmagóricos intermediarios de la cadena productiva, acompañados por los medios dominantes, son claramente los enemigos políticos coyunturales.
En fin, el “Axelazo” no parece tener mucho de Rodrigazo. ¿Por qué entonces se relacionan ambos momentos? Por política. El Rodrigazo fue la antesala del fin del gobierno de Isabel; el último manotazo de ahogado de un gobierno que ya no tenía anclaje en el mundo de los popes de la industria; ni en las mesas de los especuladores financieros; ni en los campos de los exportadores estancieros; ni en las cajas fuertes de los banqueros; ni en los bolsillos de una clase media desorientada. Sólo encontraba sustento en la tozuda trinchera de las 62 organizaciones de Lorenzo Miguel. Demasiado poco. A la vuelta de la esquina, ya había rostros, uniformes y botas esperando hacerse cargo de lo que tenían que hacer.
Hoy, otra mujer peronista, esposa y heredera política de un líder que ya no está, conduce al país. En enero, popes industriales, especuladores financieros, exportadores-estancieros y banqueros volvieron a mostrar las uñas. Hoy no hay botas ni uniformes esperando. Pero sí hay rostros que aceptarían gustosos la misión de hacerse cargo de lo que tienen que hacer. Y hay también una clase media desorientada y llena de incertidumbre, suculento caldo de cultivo para imponer el miedo a través de espantosas reminiscencias de un pasado que no parece tan pisado. El Rodrigazo es sinónimo de desastre histórico. Después de un Rodrigazo, todo vale: los ajustadores crónicos afilan los cuchillos.
Para mitigar ese miedo y para frenar la incertidumbre, lo mejor es saber, recordar y comparar. Convetir el “Axelazo” en “Rodrigazo” es una excelente parábola de aquellos que fogonearon “cacerolazos” y que quieren volver a meter sus “golazos”. Aquellos no son ningunos “gomazos”.

Gabriel Prósperi. Periodista.
27 de febrero de 2014.

* Fuente: CEPA, Centro de Economía Política Argentina.
** José Ber Gelbard, ministro de economía durante el tercer gobierno de Perón, entre 1973 y 1975.